La incertidumbre política que acompañó los últimos días del 2017 a raíz del pedido de vacancia presidencial y el repentino indulto concedido por el presidente a Alberto Fujimori se viene prolongando al nuevo año. Todavía está pendiente la designación del anunciado nuevo Gabinete Ministerial. A diferencia de otras ocasiones, en las que una nueva conformación es apremiada por la voluntad de cambiar la dirección de una o más carteras o por decisión del Legislativo (a través de un voto de censura o el rechazo de una cuestión de confianza), la anunciada en esta oportunidad parece responder a una pretendida nueva forma de hacer política por la que apostaría el Gobierno. Al menos, ese fue el mensaje que Pedro Pablo Kuczynski dio la noche del 25 de diciembre, luego de exponer las razones por las que otorgó el indulto a Alberto Fujimori. Las alusiones que hizo en aquella oportunidad a curar “heridas abiertas” y “pasar la página”, así como el anuncio vía Twitter de un “nuevo Gabinete de la reconciliación”, hacen presumir que las nuevas cabezas de algunas carteras podrían provenir de diversos partidos. Esto incluye a personas cercanas al ex mandatario y a su hijo Kenji Fujimori, principales responsables de que el Congreso no haya aprobado la vacancia de Kuczynski días antes.
Sean cuales fueren las camisetas políticas que los eventuales integrantes del Consejo de Ministros puedan llevar debajo del traje, hay un componente trascendental que estos difícilmente puedan soslayar y que es quizá la razón principal por la cual les viene tomando tanto tiempo al presidente y a la cabeza del consejo, Mercedes Aráoz, definir la lista ministerial completa. Y esto es su disminuida credibilidad. En el caso del señor Kuczynski, a sus ya conocidas vacilaciones se suma ahora el problema de haber ocultado a sus ministros (o, por lo menos, a un grupo de ellos) las relaciones profesionales que mantuvo con Odebrecht y, luego, la decisión de conceder el indulto a Alberto Fujimori. Elementos que, por sí solos, podrían desalentar a varios candidatos de puestos en los que la confianza es un factor fundamental. Y algo similar puede suceder respecto de Mercedes Aráoz, quien luego de haber asegurado que este gobierno “no negocia indultos”, dijo haberse enterado de la decisión de liberar a Fujimori recién la mañana anterior al día en que ello ocurrió. Pues aun si su desconocimiento sobre el indulto resulta cierto, no pinta una imagen muy buena sobre el tipo de comunicación y transparencia que se practica en las altas esferas del Ejecutivo.
Según lo declarado por la propia señora Aráoz, esta semana debería conocerse al nuevo Consejo de Ministros, y aunque no será necesario solicitar un voto de confianza –dado que la presidenta del Gabinete se mantiene–, será indispensable para ella acudir a las demás fuerzas políticas para facilitar el trabajo que deberá impulsar el Ejecutivo. Más aun si mantiene la intención de recibir facultades legislativas del Parlamento.
La tarea que deberá emprender la señora Aráoz no será nada sencilla, pues supone dialogar con algunas bancadas con las que el Ejecutivo ha tenido una relación conflictiva y que hasta hace poco buscaban la salida del mandatario. Nos referimos aquí a la mayoría de integrantes de Fuerza Popular, del Apra y del Frente Amplio. También significará retomar una relación con fuerzas políticas que se perciben engañadas con todo el trance de la vacancia-indulto, como Alianza para el Progreso y Nuevo Perú. Así, lo que le corresponde al Ejecutivo no solo es demostrar habilidades de negociación y convencimiento que han estado ausentes en la mayor parte de sus 18 meses de gobierno, sino también forjar nuevas alianzas y tratarlas con respeto y transparencia. En buena cuenta, recuperar la confianza de aquellos que, por estar dispuestos a trabajar por el país, puedan concederles al presidente Kuczynski y a la primera ministra Aráoz si no un indulto, por lo menos una tregua.