En el tiempo que lleva en el Gobierno, desde este Diario hemos condenado una y otra vez los arrebatos del irascible presidente del Consejo de Ministros, Aníbal Torres, que han caído sobre prácticamente todos aquellos que osaran esbozar alguna crítica contra el Ejecutivo. También hemos señalado lo endeble de su trillado discurso sobre la presunta ‘persecución política’ contra el presidente Pedro Castillo organizada –a su juicio– por una maléfica entente entre la oposición, la prensa, el Ministerio Público y el Poder Judicial, entre otros. A estas alturas, a decir verdad, se podría decir que, más bien, lo inusual sería escucharlo formular frases mesuradas, racionales y con asidero en la realidad.
Y, sin embargo, dado el alto cargo que ostenta, no podemos dejar de poner atención a sus palabras, más aún cuando lo que se desprende de ellas es una nada velada amenaza al orden constitucional.
El miércoles en la noche, como se sabe, se desarrolló un auténtico sainete en Palacio de Gobierno. Allí, el presidente Castillo, acompañado por sus ministros más lambiscones, celebró una reunión con dirigentes que coreaban consignas contra el Congreso y aplaudían cualquier frase de los integrantes del Ejecutivo. Por supuesto, la ocasión fue propicia para que se repitiese el cuento de la persecución política, se cuestionase el trabajo que el Ministerio Público viene realizando en las investigaciones contra el mandatario (que ayer sumaron seis) y sus allegados, y se inaugurase el bulo de que Yenifer Paredes, la cuñada del jefe del Estado que hoy se encuentra detenida por un caso de corrupción, es en realidad un estandarte de la democracia.
Pero también para que el jefe del Gabinete volviera a hacer de las suyas. “Ha llegado el momento de hablar claro”, afirmó Aníbal Torres, “como dijo el presidente, les damos la última oportunidad, les tendemos la mano por última vez, pero si van a continuar con sus actitudes de vacancia, de suspensión, de juicio político […], entonces al pueblo no le queda otra cosa; el pueblo tiene que defenderse y, si es necesario, con la propia vida”.
Más allá del tono épico que quiso impregnarle a sus palabras, lo que el titular de la PCM formuló el miércoles no fue un exabrupto; fue una amenaza contra el Congreso. Y así hay que señalarlo. Más aún si tomamos en cuenta que apenas minutos antes les había dicho a sus interlocutores que “si trajeran a Lima 50 personas cada uno, entonces obligarían a los golpistas para que tengamos una Constitución que beneficie a todos los peruanos”.
Como decíamos antes, pedirle mesura al señor Torres es como pedirle peras al olmo, pero su irresponsabilidad ha roto todos los límites que habíamos visto hasta ahora y sus cada vez más frecuentes ataques y advertencias a entidades autónomas, como el Congreso o la fiscalía, no pueden ser pasados por agua tibia.
En el Legislativo, por otro lado, ya se ha presentado una moción para citar a Torres a fin de que explique sus dichos. Pero a estas alturas, en honor a la verdad, parece muy poco lo que la ciudadanía puede esperar de sus representantes en el hemiciclo. Atrapados entre episodios bochornosos (como la condenable agresión de ayer de la parlamentaria María del Carmen Alva contra su colega Isabel Cortez) y trances legales (ayer también se dictó la detención del condenado legislador Wilmar Elera), los congresistas parecen empecinados en seguir reduciendo su ya de por sí efímera aprobación a ojos de la ciudadanía.
Realmente no se entiende, por ejemplo, por qué a estas alturas los parlamentarios no están discutiendo la necesidad de censurar a un ministro como Geiner Alvarado, al que la fiscalía le imputa nada menos que pertenecer a la presunta organización criminal involucrada en las licitaciones en el distrito de Anguía. O cómo un legislador denunciado por violación como Freddy Díaz puede seguir despachando como si nada hubiera pasado.
Se ha dicho antes, pero no está de más repetirlo: la grave situación por la que atraviesa el país demanda del Congreso una respuesta a la altura de la circunstancia. No es eso lo que estamos viendo, peor aún cuando desde el Ejecutivo los mensajes temerarios van en aumento.