La reciente aprobación en el Congreso de la ley que elimina de manera indefinida los descuentos de las gratificaciones de julio y diciembre no fue una sorpresa. Después de todo, una cantidad de legisladores suficiente como para formar mayoría había anticipado su intención de votar en ese sentido.
Lo que sí llamó la atención, en cambio, fue que la bancada oficialista, que hasta 24 horas antes se había opuesto a ella, terminase este jueves votando también a favor de la medida y dándole la espalda a la propuesta del Ejecutivo, que planteaba que las exoneraciones se extendieran solo hasta diciembre del 2016. Y no es que el propio gobierno hubiese cambiado de parecer al respecto, pues ese mismo día apareció una nota de prensa del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) para advertir que la norma “afectará tanto el nivel de las pensiones en el Sistema Privado de Pensiones (SPP), así como la sostenibilidad financiera en el Sistema Nacional de Pensiones (SNP) y Essalud”.
¿Qué determinó, entonces, que un conglomerado parlamentario habitualmente tan solícito ante las iniciativas de Palacio como el de Gana Perú ignorase de pronto lo que este había prescrito en una materia tan relevante? Las explicaciones pueden ser múltiples, pero la más verosímil sugiere que, en la medida en que se están jugando ya los descuentos de esta administración, los congresistas prefirieron cuidar su popularidad antes que las buenas relaciones con la cabeza del gobierno. Su eventual reelección el próximo año, finalmente, depende más de lo que los votantes piensen de ellos que de los favores de la declinante fuente de poder que conforman a estas alturas la llamada pareja presidencial y su entorno.
Y si, de acuerdo con una última encuesta de Ipsos, un 74% de la población se inclinaba por hacer permanente la exoneración a las gratificaciones, no existía mucho margen de duda respecto de cuál de las dos posiciones era la que terminarían apoyando. Máxime cuando la ley contemplaba también que los trabajadores puedan disponer del cien por ciento del excedente de cuatro remuneraciones de sus depósitos por compensación por tiempo de servicios (CTS), lo que significaba más dinero susceptible de ser gastado en los bolsillos de los futuros votantes.
El Legislativo, con la bancada oficialista incluida, parece haberse decantado, pues, por una medida ‘populista’ frente a un Ejecutivo que representaba en este contexto la opción seria y razonable. ¿Pero son así de sencillas realmente las cosas? Con respecto a la CTS, la iniciativa guarda sentido económico. Como mencionaba nuestro colaborador Iván Alonso en una columna esta semana, el problema con la CTS es que crece ilimitadamente mientras uno siga trabajando en la misma empresa. Sin embargo, el tiempo de desempleo entre trabajo y trabajo no es –en la mayoría de casos– infinito. Es poco razonable guardar dinero de manera creciente y permanente para cubrirse de un evento –el desempleo– que debería ser transitorio.
La exoneración de los aportes previsionales tiene dos historias distintas. Por el lado de quienes aportan a una AFP, la exoneración se trata únicamente de una transferencia de dinero futuro –la pensión de retiro– a dinero presente. En cualquier caso, si las personas quisieran ahorrar esos fondos libres en vez de gastarlos, son libres de hacerlo. Para la ONP, por otro lado, la exoneración beneficia directamente a quienes aportan hoy –se quedan con más dinero en los bolsillos– pero perjudica al resto de contribuyentes que deberán financiar el forado previsional con sus impuestos.
Finalmente, respecto a la exoneración de aportes a Essalud, con prescindencia de la discusión sobre la pertinencia de mantener un sistema de salud en el que el sector público es el proveedor directo, la medida difícilmente resuelve algún problema de fondo. Desfinanciar a la institución o bien empeorará el ya deficiente servicio o bien obligará a los contribuyentes a cubrir el vacío con sus propios bolsillos.
En todo caso, la aprobación de las exoneraciones –ambigua desde el punto de vista económico– evidencia que la bancada oficialista se siente más cerca del período electoral que de Palacio de Gobierno. Ellos también, parece, se están jugando los descuentos.