Essalud está enfermo. Si bien no es un paciente terminal, su condición está lejos de ser estable y, de hecho, el mal parece ser crónico.
Sus padecimientos no son nuevos, pero volvieron a la palestra del debate público en los últimos días. Según un estudio presentado esta semana por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), para recuperar su equilibrio financiero, se deben restablecer los aportes sobre las gratificaciones y aguinaldos de Fiestas Patrias y Navidad a Essalud. “El régimen de Essalud fue inicialmente diseñado para ser sostenible con una prima del 9% aplicable sobre 14 meses de salario al año”, indicó la OIT. Precisó que restablecer estas contribuciones incrementaría en 11,1% los ingresos del seguro social.
Las sugerencias de la OIT incluyen elevar los aportes de regímenes especiales como el agrario (que actualmente contribuye con 4% del salario en vez de 9%), homologar los descuentos a los trabajadores públicos tipo CAS, del Ministerio de Salud y del Ministerio de Educación, eliminar el retiro del 95,5% del saldo acumulado en las AFP a la jubilación, entre otras.
La necesidad de mayores ingresos es patente. De acuerdo con la presidenta ejecutiva de Essalud, Fiorella Molinelli, la brecha de infraestructura de la institución asciende a S/32.000 millones, y la brecha de recursos humanos es de 9.000 enfermeros y 5.000 médicos. Algunos hospitales con fallas estructurales que presentan serios riesgos para el personal y los pacientes deben ser completamente cerrados. “El sistema de salud está colapsado”, dijo a inicios de mes Molinelli. La frase fue una muestra de sinceridad, pero también una verdad obvia para los cientos de miles de afiliados que deben esperar meses para ser atendidos.
En este contexto, algunas de las propuestas de la OIT son, sin duda, atendibles. No hay razón válida, por ejemplo, para que el Estado se autoexonere de contribuir al seguro social de sus trabajadores públicos con la misma carga con la que fuerza a los empleadores privados a contribuir. Atender a un asegurado del sector público y su familia no cuesta menos que atender a uno del sector privado. El mismo razonamiento aplica para las excepciones –o subsidios implícitos– que se han colocado en regímenes especiales. Por su parte, las deudas millonarias que empresas e instituciones estatales han contraído con Essalud deben ser subsanadas de forma oportuna.
El asunto de fondo, sin embargo, tiene menos que ver con los ingresos y más relación con la ineficiencia en el gasto. A falta de médicos, por ejemplo, sobran gerentes: en el 2016 se reportaban más de 200. Si bien ha habido avances en algunos procesos, las compras de medicamentos y de equipos médicos están llenas de cuestionamientos. Influyentes organizaciones de personal médico tienen amplia injerencia en asuntos de gestión, poniendo los intereses de los trabajadores de la salud por delante de los intereses de los pacientes. Las funciones de provisión del servicio y de financiamiento siguen sin separarse de manera clara, como exigen las buenas prácticas de cualquier seguro social para mantener los costos bajo control. En general, demandar más ingresos para Essalud sin atender primero estos asuntos, y varios más, equivale a seguir echándole agua a un balde con hueco.
Las reformas en los aportes a Essalud deben partir, además, por reconocer que la carga adicional sobre el salario es una fuente de informalidad, sobre todo en la medida en que los trabajadores no valoren suficiente el servicio recibido, como es el caso de muchos hoy.
Resulta obvio que la salida fácil a este entrampamiento es, simplemente, solicitar más recursos para Essalud. La salida difícil pero sostenible es reestructurar un sistema que por mucho tiempo ha sido vergonzosamente dejado al abandono, en perjuicio de millones de peruanos. Como sucede en otros casos, sin tratamiento adecuado, los problemas de Essalud solo han empeorado.