Luego del bache sufrido en el 2017, el Perú regresó a la senda de reducción de la pobreza en el 2018. Según publicó el INEI esta semana, la pobreza monetaria disminuyó en 1,2 puntos porcentuales (equivalente a 313 mil personas) el año pasado en comparación con el 2017. Así, se estima que el 20,5% de la población nacional vive hoy por debajo de la línea de pobreza –monto considerado suficiente por el INEI para una canasta básica de consumo–.Sin duda, la estimación de la pobreza monetaria es insuficiente para capturar todo el espectro de lo que significa tener condiciones de vida inadecuadas. Brechas de saneamiento, de conectividad, de educación, de seguridad y varias otras limitan el proyecto de vida de millones de peruanos y no pueden ser fácilmente convertidas a gasto en soles. Eso no significa, no obstante, que el indicador de pobreza monetaria sea irrelevante: después de todo, revela mejor que ninguno la capacidad que tienen las familias de acceder a los bienes privados del mercado, desde comida hasta transporte o vestimenta.Por ello es indispensable prestar atención a la evolución de pobreza monetaria que reporta el INEI y, más importante aun, a las causas de su asombrosa reducción en las últimas décadas. Como se señala en un informe publicado hoy por este Diario, la caída de la pobreza en años anteriores –entre los que el año pasado no fue la excepción– se debe principalmente a mejoras en las condiciones del mercado de trabajo.
No es un secreto que crear oportunidades productivas y empleos con remuneraciones más altas es el camino más seguro para reducir la pobreza con velocidad y contundencia. Los programas sociales de transferencias, como Juntos o Pensión 65, tienen obviamente también un rol importante que jugar –en algunas situaciones como paliativos a los peores efectos de la pobreza, y en otras empoderando y dando los incentivos a las familias para que acudan a centros de salud y educación–, pero en ningún caso son ni serán sustituto a un empleo adecuado. Los empleos, no obstante, no se crean en el vacío. Son consecuencia del movimiento económico del país y de la inversión privada que le da impulso. De hecho, cada punto de crecimiento del PBI está asociado en el 2018 con una reducción de la pobreza de 0,30 puntos porcentuales. Aunque muchas variables tienen impacto sobre la calidad de vida y niveles de pobreza de la población más vulnerable –y es importante diferenciar las necesidades de la pobreza rural de la urbana–, es casi un ejercicio de aritmética simple determinar que sin crecimiento, inversión, productividad y mejores empleos superar la pobreza es imposible.
De ello se desprende inevitablemente una difícil pregunta. Si la mejora en las condiciones de vida está asociada con el crecimiento económico, ¿es entonces suficiente crecer a tasas del 4% como sucedió el año pasado y como –según proyecciones– creceríamos este? La respuesta es también compleja pero, a juzgar por los últimos resultados, las tasas de crecimiento parecen insuficientes. Como se recuerda, la promesa del ex presidente Pedro Pablo Kuczynski fue llegar a una tasa de pobreza del 15% hacia el 2021, meta que hoy parece inalcanzable. Menos aun creciendo al 4%.La reducción sostenida de la pobreza –que, decíamos, no se agota en la sección monetaria de la encuesta del INEI– requiere de acciones coordinadas y decididas entre varios ministerios e instituciones públicas. A la vez, sin embargo, mientras no se prenda en serio el motor de la actividad económica, los demás esfuerzos no llegarán demasiado lejos.