El viernes por la noche, de manera sorpresiva, el Gobierno anunció la renuncia del hasta entonces titular del Ministerio del Interior Carlos Morán y dio a conocer que lo reemplazaría el teniente general de la Policía Nacional Gastón Rodríguez.
Así, el señor Morán se convirtió en el segundo miembro del Gabinete en dejar el cargo en medio de la crisis desatada por la expansión del nuevo coronavirus. La primera fue la exministra de Salud Elizabeth Hinostroza, cuya posición fue asumida desde el 22 de marzo por Víctor Zamora.
En aquella circunstancia, el Ejecutivo fue meridiano con respecto a los motivos por los que se había decidido hacer el cambio de personal en el sector sanitario, toda vez que el presidente Martín Vizcarra explicó que necesitaban a alguien “que tenga un mayor expertise en el tratamiento de este tipo de problema por el que está atravesando la salud del país”. Las razones ofrecidas por el primer ministro Vicente Zeballos para la salida del otrora titular de la cartera del Interior, en cambio, han sido ambiguas. “El ministro Morán ha presentado su renuncia por razones de índole personal”, dijo.
En el contexto de una crisis sin precedentes, las explicaciones dadas por el presidente del Consejo de Ministros para la salida de uno de sus funcionarios resultan vagas y es difícil entender las supuestas “razones de índole personal” como algo más que un escamoteo de la verdad. Especialmente cuando el trabajo del Ministerio del Interior ha sido materia de múltiples controversias durante el estado de emergencia.
Por ejemplo, como hemos comentado desde esta página, las medidas tomadas para proteger a la policía mientras el virus se expande han estado lejos de ser ideales, como han demostrado la precariedad del hospital policial y la contratación de empresas para fumigar comisarías que no contaban con la autorización del Ministerio de Salud (lo que causó la intoxicación de varios agentes policiales). A ello se suman las interrogantes dadas a conocer en las últimas semanas en torno a la compra de equipos de protección para las fuerzas del orden.
En fin, las dudas respecto a la partida del señor Morán permanecerán hasta que el Ejecutivo tome la decisión de despejarlas. Pero, increíblemente, el novel ministro del Interior, Gastón Rodríguez, también trae su propia mochila de cuestionamientos. Una situación incomprensible cuando la realidad del país exige claridad y confianza insoslayables.
Como se sabe, durante las investigaciones por el Caso Los Intocables Ediles de La Victoria el año pasado, se dijo que sus miembros habrían contado con la protección de algunos miembros de la policía y se mencionó el nombre del actual ministro, quien había sido jefe de la Región Lima. Las indagaciones de este caso están a cargo del fiscal Reynaldo Abia.
Aunque es claro que ser nombrado en una investigación o ser materia de una no es razón para que una persona sea considerada culpable, sí lo es para que su presencia en un cargo sensible dentro del Gobierno se juzgue desafortunada, pues lo que se requiere en puestos así son personas cuya probidad no esté en tela de juicio. Pero fallar en ofrecer estas garantías se está convirtiendo en el lamentable modus operandi de este Poder Ejecutivo al contar –y al haber contado– con ministros conocidos por las dudas que generan (véase, por ejemplo, a la actual ministra de Energía y Minas, Susana Vilca, y al otrora ministro de Transportes y Comunicaciones Edmer Trujillo).
Así las cosas, parece existir un problema interior en la administración de Martín Vizcarra cuando de inyectarle transparencia a su Gabinete se trata. La crisis que nos aflige podría ser el pretexto perfecto para hacer cambios en ese sentido.