La Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP) ha convocado para hoy una movilización hacia el local de la Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas (Confiep) para –según reza un documento publicado en su portal– “exigir [la] derogatoria de normas que promueven despidos masivos y [la] reducción de salarios”.
La convocatoria presenta varias curiosidades. La primera es que constituye una inusual respuesta a la invitación al diálogo cursada a ese gremio por el recientemente estrenado presidente de la institución empresarial, Martín Pérez. La segunda, que le atribuye a la Confiep facultades legislativas (pues de otro modo no se entendería que se exija a sus puertas la derogación de determinadas normas). Y la tercera –y la más llamativa– es que pretende ser una salvaguarda contra las iniciativas que “vulneran derechos de los trabajadores y trabajadoras”.
En cuanto a la primera, habría que decir que quizá no se trate de la más amable de las respuestas, pero que, en cualquier caso, declinar la invitación al diálogo era una de las opciones legítimamente disponibles para la organización presidida por la señora Carmela Sifuentes. En cuanto a la segunda, que es una manifestación más de esa fantasía según la cual unos imprecisos ‘grupos de poder’ diseñan la política económica de este y todos los gobiernos, y manejan siempre al Congreso y al Ejecutivo a su antojo, con artes aún no reveladas. Y en lo que concierne a la tercera, que participa ya del franco delirio de asumir que la CGTP representa a las mayorías trabajadoras del Perú y habla en su nombre.
Resulta, sin embargo, que las mayorías trabajadoras de nuestro país no se encuentran representadas por ese gremio porque sencillamente no están sindicalizadas. En el Perú, como se sabe, el 70% de la fuerza laboral es informal; es decir, ni siquiera puede aspirar a esa condición. Aun dentro del universo de los trabajadores con posibilidad de alcanzarla, además, quienes efectivamente lo hacen son muy pocos (la tasa de sindicalización en el Perú es de hecho una de las más bajas de la región). Y, por último, los sindicatos que efectivamente figuran como afiliados a la referida Central son, en muchas casos, agonizantes o inexistentes.
Así las cosas, cualquiera podría sentirse tentado a aseverar que, en buena cuenta, la CGTP no representa a nadie, pero eso tampoco sería cierto. La organización sindical expresa en realidad –y de manera muy acabada– los intereses de un grupo tan reducido como privilegiado de personas, cuya situación laboral es la principal causa de que el acceso al empleo formal sea tan difícil para las grandes mayorías no representadas por gremio alguno.
Pensemos, por ejemplo, en los llamados ‘costos laborales no salariales’ (vale decir, todos aquellos que el empleador tiene que pagar por cada trabajador pero no van a parar a las manos de este), que equivalen a más de la mitad del sueldo de un empleado en planilla, o en los estrictos regímenes de contratación y despido de trabajadores que imperan en nuestro país y lo sitúan en el puesto 130 de 144 de los evaluados en esta materia por el Foro Económico Mundial.
Todo ello, como es obvio, encarece la posibilidad de ofrecer puestos de trabajo formales a los millones de peruanos que aspiran a ello y deben contentarse con observar, desde afuera, los privilegios de los que goza la afortunada minoría que el escudo de la CGTP ampara. Y lo irónico es que lo hace arrogándose –secuestrando, en realidad– la voz de esas mayorías cuyo principal derecho –el de acceder a un trabajo adecuado– tan minuciosamente vulnera.
Este número de ventriloquia, en el que el victimario habla en nombre de la víctima, es todavía posible gracias a inveterados lugares comunes ideológicos –la CGTP representa a los explotados, el empresariado quiere abaratar la mano de obra a través de oscuros mecanismos que solo organizaciones como ella pueden denunciar y detener, etc.– que son asumidos como ‘verdad’ por una porción significativa de la ciudadanía.
La sistemática demostración y divulgación de la falacia implícita en ese razonamiento, no obstante, ocasionará sin duda que, en unos años, manifestaciones de protesta como las convocadas para hoy en las puertas de la Confiep tengan lugar, más bien, frente al local de la CGTP (si para entonces todavía existe).