Entre el lunes y el miércoles, el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) organizó tres debates en los que todos los aspirantes al sillón de Pizarro tuvieron oportunidad de exponer sus planes de gobierno y enfrentarse a sus contrincantes. Como era de esperarse, algunos candidatos brillaron más que otros y la solvencia de las propuestas esbozadas estuvo estrechamente asociada a la capacidad de los expositores para presentarlas. En general, se trató de un ejercicio democrático que sirvió para ver a quienes buscan llegar a Palacio sometidos a la presión de tener que resaltar en un careo público. Un trance del que pocos salieron airosos.
Aunque los debates per se acapararon la mayor atención, los momentos previos a cada encuentro también tuvieron incidentes que los votantes no pueden pasar por alto. Por ejemplo, el hecho de que, el martes, el señor José Vega, de Unión por el Perú, se haya retirado del encuentro, alegando que “no garantiza la democracia”, además de ser bochornoso, supuso una nítida falta de respeto para los ciudadanos que esperaban escuchar sus propuestas. En la misma línea estuvo el candidato de Renovación Popular, Rafael López Aliaga, quien esperó hasta el último día para confirmar su presencia en el evento, con la supuesta animosidad de los moderadores hacia su candidatura como pretexto.
Por otro lado, un patrón que llamó la atención fue el esfuerzo empeñado en el intercambio por los postulantes que, según las encuestas de intención de voto, ocupan lugares poco auspiciosos en las preferencias ciudadanas. El señor Alberto Beingolea, del Partido Popular Cristiano, presentó de forma atinada y articulada sus propuestas, a la vez que refutó y cuestionó las de algunos de sus adversarios. Por su lado, Julio Guzmán, del Partido Morado, utilizó su tiempo para hacer uso de todas sus municiones, en la forma de propuestas y eventuales disparos contra algunos de sus contrincantes. Ciro Gálvez, del partido Renacimiento Unido Nacional, también tuvo una presentación políticamente sensata, toda vez que utilizó el quechua para llegar a un porcentaje importante de peruanos que lo hablan (aunque a veces para referirse de forma áspera a sus competidores sin que lo notaran los moderadores).
Lo más importante, empero, tuvo que ver con el desempeño de quienes están más cerca de la segunda vuelta. En este campo hubo algunos que se deslucieron y otros que supieron aprovechar la oportunidad. En el primer grupo, están López Aliaga y Hernando de Soto (Avanza País). En ambos casos, sus presentaciones estuvieron marcadas por la poca elocuencia y la ineficiencia para presentar sus propuestas, entre titubeos e incapacidad para hilar ideas con precisión. George Forsyth (Victoria Nacional) tampoco tuvo una jornada del todo fructífera. Aunque pudo presentar mejor sus ideas que los candidatos que acabamos de mencionar, le faltó pericia tanto para ir a la ofensiva como para articular una defensa. En ese sentido, salieron airosas las aspirantes Keiko Fujimori (Fuerza Popular) y Verónika Mendoza (Juntos por el Perú), quienes empuñaron de forma solvente la experiencia que han acumulado en procesos electorales previos y dejaron en ‘offside’ al representante de Victoria Nacional.
Ambas candidatas, además, fueron claras a la hora de presentar sus ideas. El problema de la señora Mendoza, empero, es el mismo de Yonhy Lescano (Acción Popular): sus propuestas no tienen sentido económico, toda vez que apuntan a muchos gastos y a pocas alternativas para generar ingresos. Y eso es clave. Al segundo también se le añade la poco realizable intención de hacerse de las patentes de las vacunas para fabricarlas aquí.
Tampoco faltaron algunos desatinos y despropósitos groseros, en la forma de la xenofobia expresada por el candidato Daniel Salaverry (Somos Perú) y en la difusión de medidas reñidas con la ciencia para enfrentar la pandemia de Andrés Alcántara (Democracia Directa).
La ocasión, en líneas generales, fue propicia para que los electores tengan más claro qué esperar de quienes quieren liderarnos por los próximos cinco años. A estas alturas, toda esta información debería servir para emitir un voto responsable y meditado. No uno que se decida en la cola.