La noticia estremeció ayer al país como hacía tiempo ninguna otra. Una columna terrorista perpetró, en la noche del 23 de este mes, un ataque en el centro poblado San Miguel del Ene, en la jurisdicción de Vizcatán del Ene, provincia de Satipo (Junín), que dejó 16 personas muertas entre las que se cuentan hombres, mujeres y niños. Todos se encontraban en un bar del lugar y todos fueron ejecutados. Y al lado de los cuerpos, se hallaron panfletos en los que Sendero Luminoso, que como se sabe mantiene una presencia importante en la zona del valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem), se hacía responsable de la matanza.
“Limpiar al Vraem y al Perú de antros de mal vivir, de parásitos y corruptos”, se leía en los volantes, al lado de arengas contra la candidata presidencial de Fuerza Popular, Keiko Fujimori, en las que se proclamaba que quien votase por ella “es un traidor”.
El comunicado en el que el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas dio cuenta del pavoroso hecho es bastante explícito, tanto en la identificación de los responsables –”La Organización Terrorista Sendero Luminoso, dirigida por el delincuente terrorista Víctor Quispe Palomino (c) ‘José’”– como en la descripción del estado en el que se encontraron los cuerpos –”calcinados e irreconocibles”–. Señala asimismo que este tipo de acciones son denominadas por la organización criminal como “limpieza social” y que las víctimas fueron ultimadas con armas de fuego.
El hecho, como es obvio, ha causado pasmo en la opinión pública porque si bien la violencia senderista nunca desapareció en el Vraem, la vesania manifiesta en este caso nos lleva de regreso a la peor época del terrorismo. Nos recuerda, en buena cuenta, que el enemigo nunca fue completamente derrotado, que sigue ahí, igual de sanguinario y dispuesto a cualquier acto de barbarie para imponer su ideología, y que por eso no podemos bajar la guardia.
Llama la atención, en esa medida, la reacción que la noticia provocó en algunos representantes de Perú Libre y Juntos por el Perú (partidos aliados en esta segunda vuelta) no bien fue difundida. En lugar de cerrar filas con el resto de la ciudadanía en la condena de la matanza, sus voceros trataron de reducir la tragedia a un evento de relevancia electoral y de buscar, de paso, a alguien más a quien culpar de los asesinatos. Mientras el secretario general de Perú Libre y exgobernador regional de Junín, Vladimir Cerrón, escribió en su cuenta de Twitter: “Es la derecha que necesita de Sendero para querer ganar”, Lucía Alvites, excandidata al Congreso por Juntos por el Perú, anotó en la suya: “El fujimorismo en la desesperación total. No les importa matar a peruanos para hacerse del gobierno. Lo del Vraem es evidentemente un psicosocial”.
Es decir, antes que lamentar lo ocurrido, salieron a intentar aminorar sus posibles consecuencias en la intención de voto de los peruanos y a procurar exculpar del crimen a la gavilla de asesinos con todo un historial de masacres de este tipo. ¿Necesitan que se les recuerde que fue Sendero Luminoso quien ejecutó a 69 campesinos en Lucanamarca en 1983, a 117 personas en los caseríos de Soras en 1984 o a 27 pobladores de Aranhuay en 1988, por mencionar solo algunos de los episodios de sevicia desatada protagonizados por las huestes de Abimael Guzmán?
La ligereza, cuando no sangre fría, con la que estos valedores de una de las dos candidaturas presidenciales en liza abordan y liquidan sumariamente este tema es inaceptable, y abona los argumentos de quienes auscultan con preocupación la lista de congresistas electos por ese partido.
“¿Qué tienes contra los senderistas?”, le espetó hace poco el futuro parlamentario Guido Bellido Ugarte a una periodista de Inka Visión que lo cuestionaba por el “homenaje” a la fallecida cabecilla terrorista Edith Lagos que él había incluido en su Facebook. Y ahora, de pronto, parece que sus palabras hubieran levantado ecos en algunos de sus más notorios compañeros de viaje. Inaceptable de veras.