Lima ha tomado desde hace algunos años aspecto de ciudad moderna. Las necesidades del confort europeo se van generalizando y ya no es posible vivir la existencia del siglo XIX. Sin embargo, nuestra capital tiene todavía muchas carencias, sobre todo en lo que atañe a higiene. En los techos de barro de las casas no solo se amontonan inmundicias, sino que los microbios de todas las enfermedades infecciosas conocidas pululan allí y sirven de guarida a asquerosos insectos, que no nos atrevemos a nombrar por respeto a nuestros lectores.