Seguramente no volverán a repetirse funerales tan lujosos, solemnes y grandiosos como los que se han brindado en Viena al emperador Francisco José de Austria. El protocolo, las ceremonias y los trajes de tradición medieval brindan un espectáculo cuyo impacto será inolvidable. El catafalco es gigantesco y severo. Junto a él están los atributos imperiales: las coronas de Austria y Hungría, la cruz de San Esteban, el vellocino de oro e infinitas condecoraciones. Los chambelanes lucen libreas deslumbrantes de oro. Evidentemente con Francisco José termina una etapa de la historia.
H.L.M.