En Lima existe el atorrante muy parecido al bonaerense, el fracasado de la gran ciudad por cuyas calles camina como un sonámbulo, perdida la razón de la existencia. El atorrante es un hombre que se desorbitó en la vida persiguiendo la felicidad. Es una ruina moral, un escombro rodeado de cenizas de las cuales no surgirá jamás el Ave Fénix. El atorrante pasea con la cabeza alta como un bohemio despreocupado y soñador; la mirada y el gesto indiferentes como si la humanidad estuviera pendiente de él. Desconoce el tiempo.
H.L.M.