Después de cuatro años de noches en tinieblas, París, Londres, Roma y las grandes ciudades de los países vencedores se han iluminado esplendorosamente. Las gentes, sin dormir, siguen en las calles cantando y bailando incansablemente. Las campanas de los templos repican alegremente. Todas las tiendas están cerradas. El festejo es conmovedor. Mientras tanto el mariscal Hindenburg pone su espada y el ejército que todavía lo obedece a órdenes del gobierno que designe el pueblo. En Berlín se libran recios tiroteos entre facciones de tropas sublevadas. H.L.M.