El puñal y la lengua. Las dos son armas terribles. Sin embargo, temo más a una lengua que al puñal. El puñal ataca la vida. La lengua ataca la honra. A los golpes del puñal brota la sangre, savia del cuerpo. A los dicterios de una lengua, ¿qué ha de brotar? Acaso lágrimas, sangre del alma. De las heridas que recibe el cuerpo, quedan cicatrices; de las que se reciben de una lengua, manchas. Y sé de cicatrices gloriosas; pero no sé que haya manchas que den lustre.
H.L.M.