En 1914, antes del inicio de la Gran Guerra, el tango argentino ya había conquistado largamente las principales capitales del mundo. Se bailaba en París, Londres, Moscú y Roma. La guerra trajo destrucción y muerte, y la música calló. Con la paz regresa el tango y junto con él el foxtrot de los norteamericanos. Desde el Vaticano, un comunicado dice: “Monseñor Amette ha hecho pública una pastoral donde prohíbe absolutamente que los fieles dancen el tango y el foxtrot, aun a aquellas personas que creen que los pueden bailar en forma decorosa”. H.L.M.