Aunque las noticias son todavía escasas, es seguro que una revolución ha depuesto al presidente de Bolivia José Gutiérrez Guerra. El déspota que ahogó en sangre la libertad de sus conciudadanos y permitió que turbas pagadas por el gobierno incendiaran el diario “La Razón”, ha sido derrocado por un pueblo que ha tenido la dignidad de no soportar por más tiempo la ignominia de un régimen que llevaba al hermano país a la ruina y al desastre. Ha caído como todos los tiranos, sin un gesto que lo redima del estigma con que la posterioridad ha de marcarlo.
H.L.M.