Rusos de sangre noble y alto rango que hasta hace cuatro años se lucían en la corte más fastuosa del mundo, se encuentran hoy en Constantinopla, centro de los refugiados del derribado imperio, en la mayor miseria. Trabajan en lo que pueden y algunos han logrado poner pequeños negocios. Otros, hasta son sirvientes. Generales y almirantes han vendido sus condecoraciones para sobrevivir y las damas de la corte han puesto a remate abrigos de pieles, joyas y muchos objetos de lujo. Su antigua grandeza se desvanece en una gran tragedia.
H.L.M.