Lima, acostumbrada desde hace muchos años a carnavales mortificantes, peligrosos y grotescos, dio una muestra de cultura en donde el pueblo, respondiendo a los iniciadores de la reforma de esta fiesta, ha tomado el rumbo correcto. No se esperaba otra cosa de los limeños y no existe noticia de un carnaval en que señoras y señoritas hayan podido circular en todos los barrios, sin la menor molestia. Hubo sonrisas, galanterías, lluvia de serpentinas, flores y confetis. Fue una fiesta cultural propia de la civilización y del prestigio de nuestra tres veces coronada ciudad.
H.L.M