Cuando pasen los años, cuando Lima cambie por completo de personalidad, cuando parezca que casi no hay nexo espiritual entre lo que se fue para no volver jamás y lo que venga, la obra de don Ricardo Palma retoñará con mayor vigor y lozanía. Miraflores, el balneario poético, le ha levantado un busto de yeso, sí, de yeso, que ya está deteriorado. ¿Para qué existe el bronce? Lima tiene una deuda inexcusable con el ilustre tradicionista, debe recordarlo con un monumento digno de él, que nos dejó hace tres años. Es el personaje egregio de nuestra capital.
H.L.M.