El poeta Acisclo Villarán, honra de las letras peruanas, que tuvo su época de gloria el pasado siglo, ha decidido que su ancianidad esté al margen de la notoriedad. Sigue siendo una biblioteca viviente en medio de su gran erudición y de la riqueza de su memoria. Acompañado por su hija Consuelo, quien cumple con amor sus deberes filiales, compila sus producciones, recuerdos, dicta, lee y comenta todo con precisión y lucidez. Elvira García y García lo visitó últimamente y se pregunta por qué la Compañía Nacional de Teatro no pone en escena una de sus estupendas obras. H.L.M.