La guerra jamás representó sino una regresión de los pueblos que en ella intervinieron. La tendencia moral cristiana nos encamina hacia la solidaridad y el amor entre los seres humanos y también entre los pueblos. La guerra es una desgracia para los seres humanos y los países. Su mayor daño no es la destrucción de los factores económicos, sino la perturbación de los valores humanos y morales. La crisis de estos valores nos lleva a intensificar una angustia universal, ya que el ideal es que todas las naciones del mundo no vivan con el temor de una nueva conflagración. H.L.M.