Recibimos cablegramas, correspondencias, informaciones de las más diferentes ciudades de Europa y de las más variadas personas. De una manera u otra, con mayor o menor pesimismo, podemos advertir que sobre esas páginas extiende sus alas sombrías la muerte. Han pasado menos de cinco años y nada parece que se recuerda de la mayor tragedia que vivió la humanidad. ¿No hemos aprendido lo que causa el dolor de la muerte? ¿No hemos visto acaso destruirse junto a joyas arquitectónicas milenarias humildes casas dejando sin techo a millones de personas?
H.L.M.