La ciencia política clasifica a los presidentes en tres categorías: los que intentan gobernar; los que intentan gobernar pero sus esposas no los dejan (grupo que solo incluye un caso aislado en el hemisferio sur); y los que intentan gobernar y además se creen Maradona.
A esta última categoría estuvo por sumarse Sport Boys (ninguna relación con el equipo porteño por obvias razones... porteñas).
La noticia confirmó no solo que la fiebre del Mundial literalmente causa delirios en algunos, sino también que en ciertos microcosmos latinoamericanos, como el Evo-sistema, los resultados favorables en las ánforas a su vez pueden interpretarse como una investidura de superpoderes. Pero la verdadera polémica era si Evo, con 54 primaveras y sin porte de defensa alemán, podía realmente contribuir algo en la cancha.
El propio Evo zanjó la discusión esta semana cuando decidió retirarse del equipo “por no estar en condiciones físicas”. Saludamos esta decisión. Al reconocer sus limitaciones, Evo demostró tener talla de estadista (cuando hasta ahora más bien había demostrado tener fallas de estatista). Pero también nos quedamos con la incógnita de qué pasará cuando el mandatario se ponga en forma. Agárrate, Messi, porque ya viene el Cristiano Ronaldo del Altiplano.