En medio del vértigo de los anuncios que ha lanzado desde que asumió la cartera de Interior, el general (r) Daniel Urresti ha incurrido en algunas contradicciones que podrían abonar la tesis de que su gran despliegue de energía no tiene plan ni norte.
El pasado 9 de julio, por ejemplo, el ministro declaró que quedaban “prohibidas las intervenciones aisladas y dirigidas solo a un auto, que muchas veces generan el pedido u ofrecimiento de dinero”. Y solo cinco días más tarde, propuso “premiar al policía que a lo largo del fin de semana detecte más casos de alcoholemia”. Ahora bien, estos dos empeños, que individualmente pueden ser positivos, puestos en práctica de modo simultáneo, conducen inexorablemente a un callejón sin salida. Y la razón es muy sencilla: como todo premio, se entiende que el sugerido por Urresti busca gratificar una iniciativa individual y estimular otras parecidas (sería absurdo premiar a un policía que detecte a conductores ebrios como simple consecuencia de su participación en un operativo dispuesto para tal fin por sus superiores). Pero resulta que ese es precisamente el tipo de iniciativas que había prohibido unos días antes.
¿Cómo va a hacer el ministro para premiar y sancionar a efectivos policiales por la misma acción? Aunque solo fuera para ver ese numerito, valdría la pena respaldar su permanencia en el gabinete.