Desde hace diez años se ha fomentado el uso de energía de fuentes renovables, como el agua, el viento y el sol. Hay en construcción u operación cerca de 40 de estas centrales. Las RER, como se las llama, generan el 7% de la electricidad que se consume en el país. Eso ha bastado para dislocar el mercado ‘spot’, donde se transa energía entre los generadores que producen más de la que tienen vendida y los que tienen vendida más de la que están produciendo.
Las RER son fuentes de energía limpia, pero no eran competitivas, hasta hace poco, con las fuentes convencionales, como las grandes hidroeléctricas o las centrales térmicas a gas natural. Por eso se les ha dado contratos a largo plazo con tarifas garantizadas, tarifas que el mercado no les podría pagar. Las diferencias entre las tarifas garantizadas y los precios en el mercado ‘spot’ se distribuyen entre todos los usuarios mediante la prima RER, que se agrega a la cuenta de luz. La prima es un subsidio, excepto que no sale del tesoro público, sino directamente del bolsillo del consumidor.
Al consumidor se le está haciendo pagar los costos de construcción de centrales que no eran competitivas en el momento en que se decidió construirlas. A los inversionistas, mientras tanto, se los liberó del riesgo de entrar en un negocio que, en condiciones normales del mercado, podía ser o no ser rentable. A ellos les correspondía hacer ese cálculo; disfrutar sus ganancias si les salía bien y asumir sus pérdidas si les salía mal. Así es el capitalismo.
Hoy que los costos de construcción de las centrales eólicas o solares han bajado significativamente, las RER pueden ser competitivas y no necesitan subsidios. Así lo ha reconocido el señor Daniel Schmerler, presidente de Osinergmin, la agencia reguladora, en recientes declaraciones a la prensa. A renglón seguido, sin embargo, agrega que se va a buscar un mecanismo para separar la remuneración de la energía generada y la remuneración de la potencia instalada (que es la capacidad de generación). No ha dado mayores detalles, así que no podemos pronunciarnos ni a favor ni en contra, pero sí transmitir nuestra preocupación sobre lo que podría ocurrir.
Si se disocia el pago por energía del pago por potencia, se difuminan los incentivos para evaluar a conciencia la rentabilidad de las nuevas centrales que se construyan en el futuro. Tal como funciona actualmente el mercado eléctrico en nuestro país, el pago por energía cubre los costos variables de las centrales que están en operación en un momento determinado. El pago por capacidad, sumado al margen entre el precio ‘spot’ y el costo variable de cada central a lo largo del día, sirve para remunerar y recuperar la inversión. Nada le garantiza al inversionista que recuperará toda su inversión ni que la rentabilidad será la que esperaba. Ese es su riesgo, y está bien que lo sea. Pero si vamos a darle un pago por potencia que le asegure una cierta tasa de retorno, cualquiera se animará a instalar una nueva central, aunque la demanda no lo justifique.
Ha sido una tendencia recurrente de los reguladores tratar de inducir al mercado a invertir a veces en un tipo de planta, a veces en otro. Tal vez sería bueno dejar, de aquí en adelante, que el mercado mismo decida.
*El autor ha sido consultor de Kallpa Generación, que no necesariamente comparte esta opinión.