Como los reyes magos representados en los nacimientos navideños que en breve se mostrarán en hogares y espacios públicos y privados, Juan Silva, Vladimir Cerrón y Nicanor Boluarte podrían acompañar a la estrella de Belén en el tradicional arreglo que se instale en Palacio.
El gobierno que se inició en el 2021 y que luego continuó Dina Boluarte con algunas variantes desde finales del 2022 se ha esforzado tanto por alentar, permitir o encubrir a oscuros personajes vinculados a la ilegalidad y/o corrupción como por blindarlos ante la acción de la justicia.
Las estampas de Juan, Vladimir y Nicanor ocultos en algún lugar del Perú o del mundo, en su calidad de “prófugos ilustres”, acompañarán a la presidenta como sello de agua, en lugar de las fotografías recientes en el APEC, el puerto de Chancay o la ¿inauguración? del nuevo terminal del Jorge Chávez.
Mientras es probable que Silva se afane por cambiar de identidad para pasar al olvido de los peruanos, Cerrón sigue fungiendo de perseguido político con la tranquilidad del peso extorsivo que hoy mantiene en Palacio (la reciente designación de Alejandro Narváez y Óscar Vera en Petro-Perú es otro botón de muestra).
Pero lo de Nicanor Boluarte, el hermanísimo, ha sido más que elocuente. Ni siquiera el apoyo recibido del Congreso con la nueva ley sobre crimen organizado, impulsada por Waldemar Cerrón (pensando en su ilustre hermano prófugo y también en Nicanor, obviamente), ni los tres meses que mediaron hasta la decisión de ayer, evitaron que el juez Richard Concepción Carhuancho (ferviente hincha de las prisiones preventivas, más allá de este caso en particular) inaplicase (por inconstitucional) la citada norma ni dejara de ratificar el encierro por tres años para Boluarte.
Cargar a cuestas con los “prófugos ilustres” pegará aún más en la ya profunda debilidad del régimen. El margen de acción de la presidenta es mínimo. Una reestructuración del Gabinete puede ayudar, pero su condición de lastre político ante las bancadas que le brindan soporte en el Parlamento hace que, a partir de abril del 2025 y convocadas ya las elecciones, su presencia en Palacio para los grupos en contienda sea un pasivo tóxico.
Vladimir Cerrón, uno de los “reyes magos” de este quinquenio, ya lo adelantó semanas atrás en sus habituales declaraciones, siempre cargadas de titulares.
Con lo que, iniciada la campaña, estos personajes se transformarán en jinetes del Apocalipsis del régimen cuando se haga palpable el blindaje que les asignó.