Varios son los aspectos del censo del domingo sobre los que vale la pena comentar. El más importante, la violación sufrida por una empadronadora en Villa El Salvador. No solo es indignante que se haya producido, sino que el abuso sexual sea tan común que haya gente que hasta se atreva a bromear sobre ello en un medio de comunicación.
El 63% de los voluntarios fueron mujeres y una gran parte de ellas, escolares. Al parecer, en el INEI no eran conscientes de los riesgos a los que las exponían obligándolas a entrar solas a casas de personas cuyo estado mental no conocemos. ¿En serio creían que desde un helicóptero podían garantizar su seguridad? Quizás tenga sentido que la próxima vez censen desde la puerta.
De los empadronadores, solo podemos destacar su civismo. Se portaron magníficamente a pesar de que tuvieron que trabajar hasta bastante más tarde de lo planeado, muchos sin refrigerio y otros sin recibir los S/50 de viáticos que se les ofreció. He sabido de voluntarios que durmieron en el suelo de un colegio para poder censar en un distrito donde faltaban empadronadores.
Asimismo, fue evidente que no era necesario amenazarnos con llevarnos a la comisaría para que nos quedemos en nuestras casas. Una amenaza absurda e ilegal que revela el nivel de improvisación con el que se trabajó.
A estas alturas es claro que lo que falló fue la planificación, la logística y la comunicación. El jueves, el jefe del INEI dijo que había más de un millón de voluntarios inscritos, pero el lunes, que faltaron casi 7.000. Lo del crecimiento vertical de Lima era perfectamente previsible. En un censo bien organizado, el número de viviendas a visitar no es una sorpresa. Tampoco ocurre que los voluntarios reciban su identificación y el material varias horas después, o que su nombre no aparezca en la web del INEI.
¿Afectarán estas fallas los resultados? Esperemos que no, pero es imposible saberlo aún. Muchas viviendas se quedaron sin censar (casi todas las personas con quienes he conversado conocen casos), pero no podemos saber si solo se trata de evidencia anecdótica (estadísticamente insignificante) hasta que se procesen las cédulas. Y justamente por ello, porque aún no es posible saberlo, me sorprende que el mismo domingo el jefe del INEI y voceros del Gobierno hayan salido a declarar que la omisión será de entre 2% y 3%, como estaba planeado. Un momentito. Ese es el error de diseño, es decir, el que se esperaba tener si la implementación no hubiese sido caótica. Al final, la omisión puede ser bastante mayor y los resultados, inservibles. Reflejos políticos rápidos muestra la primera ministra pidiéndole la renuncia al jefe del INEI. Pero me queda la sensación de que está usándolo como chivo expiatorio.
Otrosí: Franco Giuffra respondió mi columna de hace dos semanas, pero sin siquiera intentar explicar en qué me equivoco. Su único argumento (una falacia ad hominem de libro de texto) es que yo no puedo saber nada de inversión, crecimiento o desarrollo porque así lo dice él, que sí domina estos temas debido a su profundo conocimiento de trámites y salsas de tomate. Un razonamiento tan disparatado que “Risas y salsa” hubiese sido el título perfecto para su columna.