Muy acertado el primer ministro Pedro Cateriano al señalar en su discurso al Congreso la necesidad de emprender la tarea de simplificación administrativa en los tres niveles de gobierno para corregir “la inaudita demora en los trámites” que agobia a los empresarios y ciudadanos en general.
Menos auspiciosa, en el corto plazo, es la herramienta que ha propuesto para acometer este propósito: reforzar la Secretaría de Gestión Pública de la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) para iniciar “trabajos de implementación de mejoras en los TUPA” de todas las entidades públicas del país.
Desde que el presidente Ollanta Humala comentó hace dos años la creación de un “observatorio de obstáculos” administrativos, han sido varios los anuncios fallidos sobre megarreformas para aliviar la agobiante tramitología. Incluido, ciertamente, lo que prometió hacerse con el Plan Nacional de Diversificación Productiva (PNDP).
Ocurre que esas iniciativas son faraónicas, necesitan años para materializarse y postergan innecesariamente la obtención de resultados simples, concretos e inmediatos que podrían alcanzarse en cuestión de semanas. Seguramente tienen objetivos loables, pero plazos y medios inadecuados.
En esta materia, Cateriano ha repetido las ayuda memorias que le han suministrado sus colegas de los ministerios de Comercio Exterior y Turismo (Mincetur) y de la Producción (Produce), cuyos titulares están más interesados en pasar a la historia como artífices de grandes iniciativas en lugar de asumir la más modesta tarea de aliviar el día a día de los empresarios.
El PNDP es, esencialmente, un sueño y, en el mejor de los casos, un documento anillado. Además de estar basado en un supuesto íntimamente errado (la capacidad del Estado para microgerenciar el desarrollo económico), su ejecución requeriría por lo menos cien años. Piero Ghezzi, ministro de la Producción, debe emplear el poco tiempo que le queda en seguir destrabando, una por una, algunas de las centenares de prácticas y disposiciones administrativas que paralizan a las empresas hoy.
El Ministerio de Comercio Exterior y Turismo no está mejor encaminado. A la red existente de consejeros comerciales que está desplegando por el mundo, acaba de añadir el nombramiento de nuevos “agregados agrícolas” en diversos países. Con un poco más de tiempo y presupuesto, la ministra Magali Silva sería capaz de montar su propia red de embajadas. Aquí se repite el mismo error conceptual: salvo negociaciones bilaterales, son los privados los que conquistan nuevos mercados.
Un intento de aterrizaje en el mundo real podría ser la anunciada ventanilla única del turismo, como instancia de centralización de trámites para las empresas de ese sector. No es mala idea, pero habría que pensar entonces en ventanillas para el comercio, la industria, la pesca, el negocio textil y el transporte. Porque en todos lados los empresarios están ahogándose en sobrerregulación.
Cateriano debería instruir a estos dos ministerios a que olviden sus proyectos idealistas y que bajen al mundo de los seres vivos. Basta una dirección de correo electrónico para recibir en una semana por lo menos mil ideas provenientes del sector privado acerca de dónde está el diablo escondido. Cada empresario tiene una idea clarísima de dónde le aprieta la bota opresiva de la tramitología absurda.
Y si no les apetece leer esos mails, llamen a Herbet Tassano, el presidente del Indecopi. No para que les cuente sus propios proyectos ambiciosos de cómo regular la competencia, sino para que les exponga los centenares de casos de la Comisión de Eliminación de Barreras Burocráticas, a partir de los cuales se puede emitir regulación simplificadora suficiente para cubrir los 14 meses que le quedan de vida a esta administración.