El paquetito impulsador que el Ministerio de Economía y Finanzas está preparando para enfrentar la desaceleración económica incluye una reducción de los intereses de la deuda tributaria. La idea no es mala; es pésima. No solamente porque no va a reactivar nada, sino porque socavará lo que el propio ministro Castilla suele llamar, con lenguaje poco agraciado, “construir institucionalidad”.
El punto de partida del MEF es que la capitalización de intereses, que estuvo vigente entre los años 1998 y 2005, hace más difícil para los contribuyentes honrar sus obligaciones pasadas. El efecto es el siguiente. Si usted debía 100 soles de impuestos y la Sunat le cobra 20% de interés, al cabo de un año su deuda habrá crecido a 120. Capitalizar intereses significa que, el segundo año, se calcularán sobre esos 120; no sobre los 100 que debía originalmente. Capitalizando intereses, su deuda crece a 144 al final del segundo año, 173 al final del tercero y 207 al final del cuarto; en lugar de 140, 160 y 180, respectivamente, como sería si se calculara con interés simple.
La medida propuesta consiste en recalcular los intereses para eliminar el efecto de la capitalización. Supuestamente, al reducirse su deuda, unos 180,000 contribuyentes podrán cumplir con el fisco y concentrarse, ahora sí, en producir más. Lo cual justificaría el costo fiscal de 20,000 millones de soles, a razón de 111 mil por cabeza. No vamos a especular sobre la identidad de los potenciales beneficiarios, pero llama la atención que haya tantos con deudas tan abultadas. Seguramente la mayor parte del beneficio está concentrada en unos cuantos.
Pero vayamos a los efectos económicos. Una medida puede ser reactivadora en tanto modifique la conducta de la gente. Los empresarios invertirán más y los trabajadores pondrán más empeño en sus labores si su cálculo de costos y beneficios se torna más favorable. Lo que importa, en cuestión de impuestos, es si las decisiones de hoy les generarán más obligaciones futuras o menos. Las obligaciones pre-existentes no son relevantes. Como dicen los profesores gringos, bygones are bygones (lo pasado, pasado).
No resulta convincente el argumento esbozado por el ministro Castilla, en declaraciones a este diario el último domingo, de que al eliminarse la capitalización de intereses las empresas beneficiadas podrán acceder a financiamiento. Si no generaron márgenes suficientes para pagar sus impuestos a tiempo, no es tan claro quién va a correr a prestarles. No es claro tampoco que el costo fiscal de reducirles los intereses esté económicamente justificado.
Pero lo peor es que la medida propuesta creará dos clases de contribuyentes: aquellos a los que se les capitaliza los intereses y aquellos a los que no. Quienes todavía no hayan pagado sus deudas tributarias se beneficiarán con la eliminación a posteriori de la capitalización, mientras que a aquellos que ya las pagaron no se les devolverá los intereses capitalizados que en su momento se les cobró. El beneficio tampoco alcanzará a quienes estén procesados o sentenciados por actos contra la administración pública, como si eso limitara sus derechos o los hiciera pasibles de una penalidad adicional por la vía tributaria. La norma no sería igual para todos, justamente lo contrario de lo que se necesita para que los inversionistas confíen en este país.