“La homosexualidad es una abominación a los ojos de Dios. Despierten, m...das. Muerte a Carlos Bruce”. Esta fue de las amenazas que recibió el congresista autor del proyecto de ley sobre la unión civil. Así de fea está la cosa. Esta es la variedad de animal al que puede llegar a irritar un simple pedido de que se proteja legalmente a todas las parejas que se aman.
Vaya que necesitamos tolerancia a la vena. Por eso es importante seguir hablando sobre este tema. Porque una forma de desarrollar tolerancia a algo es lograr que la gente se habitúe a ello. Y por eso mismo quiero escribir hoy sobre tres asuntos distintos pero relacionados con el movimiento en favor de la unión civil.
Primero, creo que para acelerar este cambio es importante que se empiece a involucrar a las empresas. Son actores importantes en la sociedad y su voz suena alto (aunque en temas sociales en este país la mayoría prefiera permanecer muda). Y hay algunas que ya están dispuestas a pronunciarse. Ayer, por ejemplo, entrevisté al CEO de Google Perú en “Rumbo Económico” y le pregunté si, al igual que su matriz en Estados Unidos (que desarrolló la campaña “Legalize Love” o “Legaliza el amor”), la filial peruana estaba a favor de derechos igualitarios. Con orgullo me respondió que Google, en todo el mundo, era una empresa que buscaba la diversidad y que apoyaba cualquier medida que la protegiera. Ese es el tipo de líderes empresariales que inspiran. Hay que hacerlos hablar. ¿Qué tal de un grupo de líderes empresariales jóvenes que se manifiesten a favor de la unión civil y que coloquen en sus establecimientos o sus empaques el símbolo del movimiento, como para mostrar que valoran a sus trabajadores y clientes gays, así como a la igualdad de derechos?
Segundo, me sigue sorprendiendo que se use el argumento de que la unión civil pone en riesgo a la familia tradicional. Para empezar, solo sirve como prédica entre conversos pues no llega más que a quienes ya están en contra de la iniciativa. Además, me diera la impresión de que las familias muy tradicionales deberían mirar un poco más hacia dentro en vez de hacia fuera para encontrar las causas de su debilitamiento. Vean cualquier hogar tradicional destruido. ¿Qué posibilidades hay de que la culpable de la ruptura sea la pareja gay que vivía al frente y no los mismos esposos que no supieron cuidar su relación? Lo cierto es que, probablemente, el mayor enemigo de la familia tradicional sea la familia tan tradicional que no permite una comunicación sincera entre sus miembros. Por otro lado, no me suena tan mal la idea de que la familia tradicional sufra varios cambios o de que surjan otras alternativas a ella. Hasta donde recuerdo, en los hogares realmente tradicionales los padres son distantes de sus hijos y jamás intiman con ellos, los matrimonios son arreglados entre las familias, las mujeres cumplen un rol secundario, ningún hijo es totalmente libre para tomar decisiones profesionales y decidir su futuro, entre otras perlas.
Tercero, hay algo que debemos asumir quienes apoyamos la unión civil y quienes están en contra. En algún momento viviremos en un país donde no habrá restricciones para que todas las personas se casen o adopten niños, solo que no sabemos exactamente cuándo será. Va a pasar. Está pasando en todos lados. Es cierto que más del 70% de la población peruana sigue en contra de la idea. Pero también es cierto que esa cifra baja mientras más joven, enterado del asunto y educado es el grupo encuestado. Y no somos Irán como para que no suceda acá.