Siempre he dicho que si puedes manejar en Lima, puedes manejar en cualquier parte del mundo. No solo es pesado el tráfico capitalino –haciendo perder horas del día a dios sabe cuántos limeños y visitantes–, sino que también es caótico, contaminante y peligroso. Además de paciencia, hay que tener coraje y talento para manejar en nuestra capital.De convertirse en permanente, el nuevo programa ‘pico y placa’ de la municipalidad hará poco para eliminar esa ventaja internacional que han adquirido los conductores limeños. Si se busca mejorar el tránsito, muy superior sería adoptar el sistema londinense que ha sido exitoso desde casi cualquier perspectiva.Ya varios han criticado el plan ‘pico y placa’ con razón. Solo desplazará el tráfico desde las vías principales a otras rutas y zonas. Tales programas incentivan, a quienes puedan, a comprarse otros vehículos más baratos, viejos y contaminantes para usar en los días en que están prohibidos sus otros carros. No reducirá la contaminación total. Y, como observa Alfredo Bullard, viola la ley, pues según ella, lo que se debe hacer es “crear un sistema de tasas antes de imponer restricciones administrativas al uso de nuestros vehículos”.
Eso último es lo que empezó a hacer Londres en el 2003. La idea es cobrar un precio al conductor según el nivel de congestión de tránsito. En Londres, esa tasa de congestión se aplica a quienes quieren manejar en una zona de la ciudad que incluye el centro entre determinadas horas de la mañana y la tarde, y se vigila con una serie de cámaras. Antes de hacer el cambio, el tráfico se había vuelto tan tedioso que, para los noventa, la velocidad promedio de cruzar la ciudad llegó a ser menor que la de principios del siglo, cuando aún no se usaban automóviles, según un estudio.A los pocos años de haber hecho la reforma, otro estudio encontró cuán exitosa había sido. Hubo una caída de 33% en el tráfico de carros que entraban a la ciudad. El tránsito de buses, bicicletas y taxis incrementó notablemente, entre 21% y 28%, dependiendo del tipo de vehículo. Es más, la congestión (en términos de tiempo de retraso) se redujo en un 30%, mientras que incrementó la velocidad del tránsito.Hubo un aumento del 38% en el número de pasajeros que tomaban el bus. Aparentemente no solo la tasa de congestión que se impuso, sino también el aumento en la velocidad que ahora gozaban los buses, alentó el uso del transporte público. El incremento de pasajeros aumentó los ingresos de los transportistas, algo que, a su vez, redujo los costos de los proveedores de transporte, lo que alentó el uso de los buses aun más.
Otros estudios encontraron que el tráfico también mejoró en las afueras de Londres y que el valor de los hogares incrementó dentro de la zona donde se aplica la tasa de congestión. Entre el 2000 y el 2010, los accidentes de tránsito en Londres cayeron en un 40% debido a la reforma, según otra investigación. Aplicar la tasa de congestión ha salvado vidas.Desde que Londres aplicó su tasa, cayó notablemente la contaminación, con la excepción de la que se asocia con los vehículos que usan diésel. Pero eso se debe a que la tasa de congestión no se ha aplicado a tales vehículos. En años recientes, la congestión se ha vuelto a deteriorar. Pero eso se debe mayormente a que no han subido la tasa en mucho tiempo, algo que es fácil ajustar. Otras ciudades como Estocolmo han implementado tasas de congestión con igual o más éxito. Es por eso por lo que la ciudad de Nueva York ahora lo está contemplando. No hay razón para que en Lima no se pueda.