Preocupado y alarmado se encuentra el Ministerio de Agricultura, según un reporte periodístico, por los precios de cincuenta y tantos productos alimenticios, más del 80% de los que monitorea su “semáforo de precios”. Este artefacto, cuya efectividad para evitar choques con la ciencia económica no está demostrada, le asigna a cada producto un color, de acuerdo con el margen de comercialización que obtienen los vendedores minoristas. Los verdes los considera aceptables; los ámbar, preocupantes; y los rojos, naturalmente, alarmantes.
Tomemos el caso de la leche evaporada. El precio al por menor el 29 de octubre era de 2,95 soles la lata; el precio al por mayor, ese mismo día, era 2,65. Quiere decir que el minorista tenía un margen de 30 centavos –esta columna no trabaja con céntimos–, que equivalen al 10,2% del precio pagado por el consumidor. La leche evaporada caía en la categoría verde.
La línea divisoria entre el verde y el ámbar parece estar apenas debajo del 24%, que era el margen de un tipo de mandarina que se vendía al público a 3 soles el kilo, con lo cual pasaba a formar parte del grupo de productos con precios “preocupantes”. Y por encima del 37% pasamos del ámbar al rojo, donde los precios se consideran ya “alarmantes”. Una cierta variedad de uva negra, por ejemplo, se vendía a 3,64 soles el kilo, con un margen de comercialización superior al 38%. Algunos productos como la palta criolla selva y el ajo criollo llegaban a tener márgenes de hasta 68%.
La tabulación de los márgenes de comercialización es, en sí misma, un trabajo estadístico digno de encomio. Pero los calificativos que se les da a los precios de los distintos productos, en función de esos márgenes, son lo que, en realidad, debería preocuparnos y alarmarnos. Dan a entender que algo anda mal o muy mal en la cadena de comercialización de alimentos. De allí a la intervención en el mercado no hay sino un paso.
El ministerio no explica por qué un margen de 20% le parece bien, pero uno de 25% le resulta inaceptable. Supongamos que usted fuera un mayorista. ¿Qué haría si viera que la uva negra se vende al público con un margen de casi 40%?
Hay dos posibilidades. La primera es que el precio de 3,64 soles el kilo, que da lugar a ese margen, sea permanente. Usted se da cuenta y le sube el precio al minorista lo suficiente para que su margen de comercialización baje a 20%. El ministerio se pone contento y usted mucho más. Pero quién sabe si la uva tiene una merma muy grande en el viaje del campo a la ciudad. Ese 20% puede ser aceptable para el ministerio, pero no para el minorista que tiene que cubrir de alguna manera las pérdidas que sufre por la peculiar delicadeza del producto.
La otra posibilidad es que los precios y márgenes altos no sean duraderos. El sol sale antes de tiempo y la gente corre a buscar un cebiche. La inesperada demanda hace que aumente el precio del limón, pero solamente hasta que la oferta se ponga a la par o el clima se normalice. Usted, como mayorista, no puede anticiparse y sacar provecho de la situación. Pero así como en cualquier momento en particular algunos precios y márgenes estarán temporalmente altos, otros estarán temporalmente bajos. A pesar de lo que diga el semáforo, el minorista no obtendrá, en promedio, más que la rentabilidad que considera normal para la naturaleza de su negocio.