Los electores y los candidatos deben saber que lo que se espera de un alcalde, un gobernador o un presidente son acciones y resultados muy distintos. Un paralelo simple, no exacto, con la estructura de las familias puede ayudar a entender el tema. Veamos.
En la historia de la humanidad, el bienestar de las familias se estructuró alrededor de dos personajes. Uno, que estuviera siempre muy cerca, encargado de darle cuidado, alimentación y comodidad, y otro que se ocupe de traer lo necesario para que el hogar se mantenga y crezca. Aunque eso cambió mucho hoy, tradicionalmente la primera función fue de mujeres, las amas (de amos, jefes) de la casa, y la segunda de hombres, los jefes de familia.
Como paralelo, en las sociedades modernas los cargos de alcalde se parecen al de las amas/os de la casa, pues su labor central es dar comodidad a quienes viven en la ciudad. Así, se espera que el alcalde mantenga una ciudad ordenada, saludable, con parques y jardines, mercados que funcionen adecuadamente, sistemas de seguridad confiables, pistas y veredas transitables y colegios que eduquen bien a los jóvenes.
Por su lado, el gobernador regional (y mucho más el presidente), debe proveer los recursos para que todos puedan conseguir bienestar y generar riqueza que los sustente, como lo haría la figura paterna tradicional. Se espera entonces que haga obras mayores de infraestructura como carreteras y sistemas de irrigación, atraiga inversiones para nuevos emprendimientos y que otorgue los grandes recursos que necesitan los gobernantes de las localidades.
Por cierto, ello se da sin subordinación, pues, así como en las familias funcionales el ama/o de casa y el jefe/a de familia son pares (de allí el nombre de pareja), por ley los gobiernos locales y regionales son niveles autónomos de decisión. Más que mandar, los niveles más grandes solo pueden coordinar con los otros, para buscar el bien general.
Por todo lo anterior, en las próximas elecciones los ciudadanos debemos entender que los atributos para un buen alcalde, el jefe de la casa, no son los mismos que los de un buen gobernador, el jefe de la familia. Los candidatos, por su parte, deben conocer bien las expectativas y atribuciones del cargo al que postulan, para no ofrecer lo que el puesto no exige, y no comprometerse en resultados que el puesto no les permite.
¿Y el alcalde de Lima, que es a la vez alcalde distrital, alcalde provincial, gobernador regional, y eventualmente candidato a la presidencia de la República, debe ser un amo/a de casa o un jefe/a de familia? La respuesta, estimado lector, es uno de los misterios de la estructura política del país que debemos mejorar. Que tengan una buena semana.