Piense usted en una gran sala con el piso cubierto con losetas. Imagínese ahora que en algún sitio de esa sala falta una loseta, una. Si tuviera oportunidad de preguntarle a alguien de allí, por cuál loseta le preguntaría. ¿Por la número 48? ¿La 154? ¿O por la loseta que falta? Esa es la oportunidad que tiene nuestro pisco al no poder asistir con su nombre al Concurso Mundial de Bruselas en Chile.
La psicología humana tiene una característica que estudiosos alemanes llamaron de la Gestalt, o de la forma, que señala que algo incompleto genera una tensión, que nos obliga a completarlo. Es esa tensión que no nos deja dormir bien si no terminamos un trabajo y que hace que pensemos en este mucho más. Esa misma tensión que nos hace querer más a las personas cuando las perdemos, y quejarnos en el supermercado cuando no está una marca que estamos acostumbrados a ver.
Los políticos, por otro lado, saben que no hay mejor forma de ponerse en evidencia que cuando se les prohíbe participar en una elección. Saben que en el momento electoral van a estar en boca de todos. Eso le pasó a Nelson Mandela, cuya cárcel hizo que su lucha contra la segregación racial tuviera más fuerza, y terminó dándole la victoria, la presidencia y el premio Nobel. Y eso es lo que le está pasando ahora a Leopoldo López, preso por Nicolás Maduro, que seguramente cuando su dictadura acabe –que será pronto– tendrá una gran ventaja para participar en las elecciones de la democracia. Como de hecho ocurrió con Hugo Chávez, cuya catapulta al poder fue la cárcel que le dio el gobierno anterior.
El lector habrá ya entonces visto la gran oportunidad que se le presenta al pisco ahora que no puede utilizar su nombre en Chile. La oportunidad de ser tema de conversación entre los visitantes, que se preguntarán por qué no está el licor más premiado en la exposición del año anterior. La oportunidad de que se conozca el problema de la denominación verdadera de pisco y que los miles de expertos que asistan a Pisco Elqui se enteren de que fue recientemente bautizada así, a diferencia de nuestra ciudad tradicional. La oportunidad, que ya empezó con algunos noticieros internacionales, de que se conozca el problema de denominación y de que mucha más gente quiera probar el verdadero pisco, el peruano, licor que los mismos chilenos saben que tiene calidad superior al producto del sur.
No hay mal que por bien no venga, ni problema que no constituya una oportunidad. Creemos por ello que lo que se puede ganar al no estar presente en la exposición en Chile puede ser más que si estuviéramos allí. Mejor aun, un stand del Perú vacío y una buena campaña de prensa harían que nuestro pisco brille por su ausencia.