A estas alturas todos conocen los detalles del ‘affaire’ sentimental que le costó el puesto al ministro de Defensa, Mariano González, pero pocos reparan a fondo en la preocupante lentitud con la que reaccionó el jefe del Gabinete, Fernando Zavala, antes, durante y después de detonado el escándalo. Lejos de actuar con la energía requerida para atenuar el impacto político de la denuncia, Zavala dejó que las cosas se le complicaran innecesariamente al Ejecutivo para hacer recién lo único que cabía: mandar al ministro a su casa.
No por trillada la frase carece de vigencia: en el gobierno no solo hay que ser honestos y eficientes, sino (¡sobre todo!) parecerlo. Y con González se dio un segundo caso de alto perfil mediático (el primero tuvo que ver con el ex asesor presidencial Carlos Moreno), donde ni Zavala ni el presidente Pedro Pablo Kuczynski supieron responder en un primer momento. No exagero: que en menos de 120 días se tengan que ir un asesor presidencial y un titular de Defensa no es poca cosa. Y en ambos casos a Zavala nadie lo tomó por sorpresa: fue advertido por los mismos involucrados de lo que la prensa tenía en su contra y esperó a que la noticia fuera propalada sin una reacción enérgica por parte del Ejecutivo. ¿Qué esperaba el jefe del Gabinete, que las cosas se arreglaran solas?
Me preocupa que en el caso del ministro enamorado nuevamente nadie en Palacio anticipara el impacto de la noticia. Peor aun: que nadie entendiera que este escándalo solo podía ser atenuado con la salida inmediata de González (como finalmente sucedió, aunque horas después). Nadie creyó que Zavala debía tomar la iniciativa pidiéndole al ministro su renuncia la noche del domingo cambiando así el sentido de la información que los medios publicarían al día siguiente.
Asimismo, hay otro factor que para mí vuelve incomprensible lo sucedido. Si bien Fernando Zavala es ante todo un muy buen técnico (y en los próximos días lo veremos en CADE brillando en su salsa), fue viceministro por años y titular de Economía durante el gobierno de Alejandro Toledo. Es decir, vivió de cerca escándalos tras escándalos que siempre terminaron en una innecesaria y absurda agonía política. ¿No aprendió nada entonces?
Luego de la crisis causada por el ex asesor Moreno, hubiéramos esperado verdaderos reflejos en Zavala y Kuczynski. Dada la minoría parlamentaria que padecen, no pueden permitir que su paso por el poder termine reducido a una broma para felicidad de sus adversarios políticos. ¿Y si más adelante surgiera un caso de presunta corrupción que involucrara a funcionarios cercanos al mandatario, se cae el gobierno?
Es necesario que Zavala y compañía ajusten su comunicación política cuanto antes y muy en serio.