Si le preguntan al lector sobre cuáles son los lugares turísticos preferidos por los limeños, seguramente respondería Machu Picchu, Nasca, y quizás Sipán o Máncora. Probablemente no mencionaría Santa Rosa de Quives, Chancay, Barranca ni Lunahuaná, lugares que hoy, “puente” del feriado por Santa Rosa, estarán colmados de visitantes de “las nuevas Limas”.
¿Qué los hace atractivos? Varios aspectos. Se llega a ellos por carretera en tres o cuatro horas de viaje, tienen precios de alojamiento y comida con opciones para todos los bolsillos, diversiones variadas y, aspecto fundamental, un ambiente donde todos, sin excepción, se ven tratados con mucho respeto.
Así, ademas de visitar la casa de Santa Rosa en Quives, miles de familias de Lima Norte estarán en Barranca, 250 km al norte, en su gran bahía bordeada de hoteles y restaurantes, donde el mar y la comida son los protagonistas. Ceviches, tiraditos y unos mariscos en la “Casa del Tacu-tacu” y la música que más gusta hacen días inolvidables.
Por su lado, muchos vecinos de Lima Sur estarán en Lunahuaná, al este de Cañete, donde el sol permanente los alivia del frío de la capital. Allí encuentran diversión “exótica” para todos, paseos a caballo, cuatrimotos y kayak o canotaje en el río Cañete, además de buenos chilcanos con licores de la zona.
Llegan en buses, combis y camionetas 4x4 de marcas variadas, no se equivoque el lector, también Audis y BMW. Felices, disfrutando del fruto de su trabajo, se encuentran allí el esforzado obrero y su esposa técnica de enfermería, el ingeniero dueño del taller de electricidad y la pareja del próspero negocio mayorista de abarrotes.
Por cierto, esta gran actividad turística ha surgido, como casi todo lo de la inmensa nueva clase media, gracias al esfuerzo de los mismos emprendedores y con los gobiernos y empresas tradicionales ignorando su existencia. Pero eso podría corregirse si, por ejemplo, los ministerios de Cultura y de Turismo facilitaran y promovieran más que visiten Caral, la ciudad más antigua de América, a solo 30 minutos de Barranca. Y lo mismo con Incahuasi, espectacular ciudad inca en el camino hacia Lunahuaná, que no tiene plan para recibir visitantes. Y se avanzaría mucho también si las empresas más grandes analizaran las oportunidades que hay en generar mejores servicios para este gran turismo. El lector sin duda tendrá más ideas sobre este tema.
Si así fuera, ganarían los inversionistas, que ampliarían su mercado, junto con las grandes mayorías, que tendrían mayor bienestar en sus días de descanso. Pero, sobre todo, ganaría la nación peruana en general, que se uniría más alrededor de su gran cultura, a la vez milenaria y moderna. Que tengan una gran semana.