Es tan obvio, que no se habla abiertamente de ello en la campaña. Lo tenemos en nuestras narices; más que eso, es el aire social que respiramos a pesar del distanciamiento obligatorio: El Perú es cholo y blanco y esos son los polos que mandan en la vida y en la campaña.
No nos engañemos metiendo la verdad en huecos eufemísticos –abismos, brechas, ‘clivajes’, ‘Perú profundo’– o poniendo el acento en otros polos: Lima versus regiones, ricos versus pobres, costa versus sierra, norte versus sur, izquierda versus derecha, liberales versus conservadores. Todos existen y son importantes pero la polarización madre es la de cholos y blancos, aunque tengamos muchos matices en el medio y polos paralelos.
Por lo tanto, si una mayor parte del electorado percibe que un candidato está más cerca de las necesidades y aspiraciones de los cholos mayoritarios que las de los blancos minoritarios, ya la cosa está cantada, ¿no? Los discursos y los gestos políticos pueden poco ante la percepción de que el candidato es como uno. Que Pedro Castillo decidiera recibir los resultados en su casa en la provincia de Chota y celebrara en el pueblo de Tacabamba; que se quedara allí 4 días, mientras Keiko cubileteaba en Lima, puede más que todos los discursos y adhesiones a favor de ella.
Que Castillo adoptara como traje de campaña, en giras y debates, una indumentaria pueblerina de Cajamarca, rematada en sombrero de ala ancha, le ha redituado muchísimo respaldo. “Ahí intervienen rasgos identitarios” oí decir a un par de politólogos y no se equivocaban en el fondo pero sí en la dimensión: no solo ‘intervienen’, sino que mandan, determinan, son esenciales para entender la amplia ventaja que lleva él a ella (42% frente 31% según el primer sondeo de segunda vuelta de Ipsos).
Frente a eso, la percepción de que Keiko y su derecha popular, están del lado de los cholos del Perú, de los cholos emprendedores como muchos de sus congresistas, y de los cholos marginados como muchos de los fujimoristas lo fueron desde el 2001; se vio seriamente comprometida desde que en el 2016 entró a dominar el ‘establishment’ congresal. Ella está intentando convertir su drama carcelario en pasión de peruana oprimida, pero esa es una empresa bastante difícil.
Así las cosas, solo la ocurrencia de hechos (denuncias contundentes que no sepa replicar, algún mal paso significativo, problemas con sus socios políticos) que pongan en tela de juicio la representación de lo cholo, de su base rural y rondera, de su condición de maestro, de esos rasgos que él subraya en sus intervenciones y repiten sus partidarios, podría afectar las posibilidades de Castillo. Hasta ahora no veo que ese poderoso relato de maestro rural que aspira a la presidencia, tambalee. Keiko la tiene bien tranca.