En los pocos segundos de autoconciencia que le deja la campaña, cuando no tiene ni un Zoom, ni un mensaje, ni una llamada o lío gordo que atender; el candidato se estará preguntando si fue buena idea postular para el 2021. Vamos, combatir la pandemia, salir de la crisis económica, aguantar la agresividad del Congreso que se les viene encima, desanima a cualquiera. (De hecho, algunos que estaban en el bolo de precandidatos se corrieron, como Salvador del Solar, Alfredo Barnechea, Raúl Diez Canseco y Roque Benavides).
Pero ya están en la carrera y el costo de abandonarla sería mayor que cualquier resultado adverso en las urnas. Lo que les tiene que arder especialmente es que, además de exponerse al contagio todos los días y estar abrumados con la comunicación virtual, tengan que sufrir estos debates concebidos para dar y recibir golpes.
Ah sí, porque hasta el JNE, que tiene un tribunal de honor que exhorta a respetarse los unos a los otros, monta estos espectáculos con reglas bélicas. Por supuesto, la idea es que afirmen sus propuestas en la discrepancia entretenida, esa que jala ráting, sin llegar al golpe bajo. Pero por arriba o por debajo del cinturón igual duele. Estoy seguro de que si solo dependiese de ellos, mandarían el debate al traste, como lo mandó Renzo Reggiardo en el 2018 y como ha amenazado hacerlo Rafael López Aliaga ahora.
Pero la exposición de las ideas en ronda es la esencia de la campaña, no puedes evitarla. Por ejemplo, si eres Keiko, no puedes evitar encarar a Verónika y a Arana; o peor aún, a De Soto o López Aliaga, que te pelean tu propio espacio vital. Verónika la seguirá gritando desde su orilla, pero no le molestaría pelear una segunda vuelta con ella. Para el otro par, en cambio, o eres tú o son ellos.
Peores son las tribulaciones de los candidatos posicionados al centro, como Forsyth y Lescano; pues les va a llover de dos extremos. Si por ellos fuera no atacarían a nadie. Evitar la pelea ha sido su visible estrategia desde que entraron a los primeros debates; como los de El Comercio y América, pero, en esta fase, los asesores aconsejan anticipar algunos golpes, golpeando. Hay que ser muy ducho para ello, y Forsyth, por ejemplo, lanzó dos cuchillos y recibió dos búmeranes.
Cierro sin haber terminado de ver el segundo debate; pero puedo adivinar que Hernando de Soto se habrá preguntado qué diablos hace en un ambiente tan hostil y no en una charla TED. Pero, son las reglas, aquí y en las mejores democracias. Lo que sucede es que, en el país de cazadores furtivos, consuetudinarios y arteros, se ha abierto la temporada oficial de caza. Está granizando sobre mojado.