Cuando era niño, solía ayudar a mi padre en una farmacia que manejó durante años en el norte del país. En la pequeña ciudad que me recibió no existían emisoras con la frecuencia FM, así que aquellas cobranzas en la caja registradora, los afiches de Glostora y la envoltura de las medicinas en papel de despacho suelen estar asociados, en mi cabeza, a las baladas que emitía un radio con poca nitidez.
Hace poco, mientras hacía unos trámites en Lima, a mis oídos se colaron unos acordes que me retrocedieron a esos años de pantalón corto. Las trompetas arreciaron, rumberas, pero esa melodía salsera a mí me gritaba otra cosa. De pronto, cuando emergió la voz de Marc Anthony cantando “Hoy al verte con otro amor, así, sonriendo tanto...”, ya no me quedaron dudas.
Esa canción era “Hipocresía”, el tema lastimero que Los Pasteles Verdes habían lanzado a mediados de la década de 1970 y que por entonces se escuchaba hasta en la misa. No pude menos que sonreír. ¿Cómo podrían imaginar esos chicos, crecidos entre el arenal y el olor de la harina de pescado de Chimbote, que 40 años después una superestrella de la salsa –no ahondaré en Jennifer López por pudor– iría a cantar su tema cumbre para las nuevas generaciones? Sería injusto decir que la canción carece de méritos para ser tomada en cuenta, pero también es probable que estos tiempos de ritmo desenfrenado hayan aportado su cuota para este tipo de resurrecciones.
No es casualidad que hoy, en esos momentos en que conduzco mientras mis hijas cantan al lado una canción de la radio, aproveche una pausa para decirles:
–Yo bailaba esto en los quinceañeros de 1983.
O también:
–Deborah Harry sí que era achorada cantando esta canción. ¿One Direction? Las hueveras.
Tampoco es coincidencia que en otras disciplinas artísticas de consumo masivo, como el cine, cada vez se produzcan más películas que traducen al presente ideas del pasado. “Misión imposible”, “Los Magníficos”, “Alfie”, “Annie”, “Footloose”, “The Karate Kid”, “Ocean’s Eleven”, “El planeta de los simios”, “Poltergeist”, “Poseidón”, “Robocop” y “El vengador del futuro” son solo algunos estrenos relativamente recientes que se basan en guiones producidos hace décadas.
Contrariamente a lo que podría pensarse a priori, no estoy de acuerdo en que vivamos en una época de sequía creativa. Los medios informativos nos muestran cada día sorpresivos ejemplos de ingenio e inventiva de artistas en muchas disciplinas y estas ideas, a su vez, inspiran a otras mentes a aportar nuevas vueltas de tuerca. Dejando en claro esto –y que siempre será tentador para un productor musical, teatral o cinematográfico apostar su dinero a ideas que ya dieron resultado en el pasado– me atrevo a reflexionar que quizá los mayores responsables de tanto cover y ‘remake’ seamos nosotros mismos. Consumimos información con tanta velocidad, que el ciclo de una idea que se estrena es mucho más corto que décadas atrás.
Buscamos estrenos, lanzamientos y novedades en nuestros dispositivos electrónicos con la vehemencia de un sabueso, y es prácticamente imposible llenar escaparates, teatros, radios y cines con ideas totalmente frescas a ese ritmo.
De hecho, quién sabe si en unos meses no termine yo mismo reciclando este artículo.
Para evitarlo en lo posible, salgo de vacaciones con mi Jennifer López.
Nos volvemos a encontrar en dos semanas.