Desde hace más de 50 años en los CADE se analiza el futuro para el Perú, una excepción que debe ser resaltada, pues contrasta con el gran énfasis que se le da hoy a la coyuntura cercana, y donde muy pocos piensan en el largo plazo. Veamos.
La gran preocupación actual de la sociedad, de los analistas económicos, de los políticos y del gobierno, es saber cuánto crecerá el PBI este mes y en cómo hacer que disminuya la inseguridad. Casi nadie piensa más allá de la próxima quincena o de los meses que quedan de gobierno. Así, por ejemplo, los partidos políticos organizados, las antiguas izquierdas, las derechas o los de centro, hacen solo promesas de corto plazo y no hablan ya de doctrina o de un país ideal. Hoy las autoridades no son estadistas, guías del pueblo, sino gobernantes. Y las universidades y centros de estudios, que antes planteaban los grandes temas sociales, deben de sobrevivir dedicándose a trabajar asuntos más puntuales.
Pero en estos tiempos del corto plazo, desde hace 50 años, los CADE tocan persistentemente temas como el “Plan nacional de desarrollo”, “El desafío de la integración”, “El Perú en la década de los 80”, “El Perú 2021, construyamos el futuro”, “Propuesta para un consenso”, “Paz y bienestar social”, “El Perú: ¿en qué país queremos vivir? La educación y la cultura”, “No existe nosotros con alguien afuera” y “Para ser un país justo y próspero”. Todos estos temas, incluido el de este año (“Hagamos del Perú un país del Primer Mundo”), buscan un futuro mejor para todos. Como una gota persistente, los CADE han sido el único aporte institucional peruano, concreto y permanente, orientado a pensar en lo importante y no solo en lo urgente en el país.
Por cierto, no es que eso sea “natural” en el empresariado, pues en los CADE es común escuchar a asistentes quejarse y pedir “temas más prácticos y empresariales”. Pero pese a ello, todos vuelven el año siguiente, cuando los organizadores siguen insistiendo –con mucha razón– en los grandes temas.
Los críticos podrán decir que asisten únicamente por la oportunidad de relacionamiento en esos eventos y que el tema tratado no cambia sus comportamientos. Siendo cierto lo del relacionamiento, no debe olvidarse que ya hay compromisos concretos resultantes del CADE, como los movimientos empresariales por la educación y las inversiones en grandes proyectos de innovación. Y no debe dejar de presumirse que tal vez, incluso en los empresarios “socialmente cerrados”, el tanto repetir “me voy a portar bien con el país” los hace comenzar a considerar ese comportamiento como válido.
Ciertamente, los empresarios grandes y medianos que asisten al CADE tienen su propia manera de ver el desarrollo, que no siempre coincide con la de otras partes de la sociedad. Pero el problema se resolvería si los otros también hicieran ejercicios semejantes y se buscara unir esfuerzos hacia logros convenientes para todos. Lo importante es que, en tiempos en que el crecimiento del PBI del mes pasado es el dato central para las decisiones, felizmente existen actividades como el CADE que piensan en el futuro. No es suficiente para cambiar completamente porque faltan actores, pero es un avance porque en el empresariado, como la gota que hace hueco a la piedra, cada CADE genera ideas para acercarnos a un país mejor.