El 2020 fue un año terrible por el COVID-19, pero también nos deja algunas cosas buenas, que podemos considerar regalos para la humanidad. Veamos algunos de ellos.
Un gran regalo fue el que recibió el medio ambiente, cuando la pandemia hizo que la actividad económica disminuyera. Así, la naturaleza tuvo un respiro ante todos los atentados que le estábamos haciendo. Los animales pudieron recobrar un poco de su ambiente y los limeños, por primera vez en mucho tiempo, pudimos ver un cielo azul y sin smog. Si hemos aprendido algo, incluso en el futuro podremos guardar un poco de ese verdor recobrado.
Otro regalo fue el que recibimos de los profesionales de la salud, que expusieron su vida y se sacrificaron por los demás. Pero también, como contraparte, la pandemia permitió un regalo para ellos. Hoy, su prestigio se ha multiplicado hasta llegar al lugar que siempre debió ocupar.
También fue un gran regalo aprender a cuidarnos unos a otros. La mascarilla, siendo un instrumento de defensa frente al virus, se convirtió también en un símbolo del respeto por la salud de los demás. Y cuando alguien no quiere demostrar ese respeto, la gente se lo exige, lo que ya es un gran avance.
Un gran presente del 2020 fue el crecimiento de la solidaridad. Solidaridad de las familias que aplaudieron a los médicos y que dieron raciones a los policías, y de las empresas que repartieron alimentos, oxígeno o camas UCI en una cantidad equivalente, como dijimos en esta columna, al menos cinco veces superior a la de las empresas estadounidenses en su país.
Otro presente no menos importante fue el tecnológico, que hizo que muchas personas en el mundo entraran al terreno digital de manera acelerada. Mejor aun, porque los que más cambiaron fueron los más adultos, que estaban atrasados. Muchos años de aprendizaje se resumieron en pocos meses.
Pero, sin ninguna duda, el regalo más grande que nos ha dejado la pandemia es el regreso al hogar. Con la pandemia, las familias estuvieron obligadas a juntarse y a convivir como nunca habían hecho. Y, con ello, lo que en un primer momento fue un fastidio se convirtió en una forma de vida que será difícil de olvidar, en donde resultaba natural que los padres combinaran su trabajo con el cuidado de los hijos, los hijos jugaran entre hermanos y los hombres cocinaran mientras sus esposas atendían la computadora.
En fin, en este ‘annus horribilis’, podríamos quejarnos de las muchas cosas malas que nos ocurrieron. Pero en estos momentos de unión y amistad, de nada nos serviría amargarnos la vida cuando, por el contrario, podemos recordar lo bueno que ocurrió y desearnos todos, con una sonrisa, una muy Feliz Navidad.