Estoy seguro de que Luz Salgado no cuenta entre sus momentos estelares aquellas reuniones con Vladimiro Montesinos en los años 90, y menos sacará pecho por la mayoría de causas políticas que defendió durante el fujimorato. Pero hoy la historia la encuentra a la cabeza del Congreso luego de cuatro elecciones democráticas consecutivas y como hábil timonel de una mayoría aplastante y opositora. De ahí que importe preguntarse ¿qué sería lo más inteligente: desear que le vaya mal, atizar el fuego de la prepotencia fujimorista y que naufrague así su gestión al frente del Parlamento? ¿No sería un precio muy alto a pagar por todos los peruanos?
Las interrogantes afloran ante dos hechos de los últimos días. Keiko Fujimori reapareció públicamente, con balconazo incluido, pero en simultáneo Luz Salgado –en una entrevista publicada en este Diario– fijó metas de trabajo conjunto con el Ejecutivo, una tarea en la que haríamos bien en tomarle la palabra y exigir una oposición leal dado que este fin de semana quedó nuevamente en evidencia la debilidad política de Pedro Pablo Kuczynski y su gobierno (la aprobación del mandatario, según Ipsos, cayó de 55% a 51% a nivel nacional, ¡y ojo que viene de 63% en setiembre!).
En este escenario, Luz Salgado tiene una misión clave: señalar el rumbo a su bancada, pero, sobre todo, convencer a Keiko del sentido que debería guiarla de aquí al 2021. Es decir, trazar un justo medio que combine colaboración legislativa y fiscalización en cada área en la que el gobierno hace agua (salud, seguridad, destrabe de las inversiones y combate contra la corrupción, para empezar). Así, el Congreso podría convertirse en un laboratorio de cambios donde veríamos en acción aquel “nuevo fujimorismo” que quisieron vendernos en campaña. No un fujimorismo revanchista, como el que sonó en boca de Keiko el miércoles 9 y que solo sabe mirarse al ombligo para constatar que lo mejor que tiene para llevar al directorio del BCR es a José Chlimper. Antes que a Héctor Becerril, Daniel Salaverry o Luis Galarreta, prefiero diez veces que Keiko escuche a Salgado.
Este fin de año, pero sobre todo el primer semestre del 2017, será tiempo de desafíos. En el Ejecutivo es probable que PPK y Fernando Zavala realicen ajustes en su equipo ministerial (antes o ya en enero, es lo de menos). Por ello el fujimorismo tiene la responsabilidad de apuntalar al gobierno, aunque le moleste hacerlo. Dejarlo a merced del Frente Amplio y de otros extremismos de izquierda sería, a la larga, suicida. Luz Salgado parece entenderlo. Ahora falta que ella le haga entender a su lideresa el tamaño del reto que la aguarda en los próximos meses y años.