Mientras el JNE avanza contra viento y marea, Keiko Fujimori y unos pocos aliados insisten en el relato del fraude. No han bajado el tono ni siquiera tras la penosa performance de los cuatro enviados a hacer lobby ante la OEA. El sábado pasado no hubo mitin, como era costumbre en las últimas semanas. Eso llevó a algunos ingenuos a pensar que habían tirado la toalla, ¡pero no!, trasladaron su parafernalia al domingo en la noche con la idea de que todos los programas políticos le dieran eco.
Sin embargo, a estas alturas, la del fujimorismo ya es una posición que fatiga a mucha más gente de la que votó por Keiko en segunda vuelta (no es un cálculo al ojo, ah; la última encuesta de Ipsos, muestra que solo un 30% la aprueba respecto al 48% que aprueba a Castillo). O sea, la mayoría de la población se va resignando progresivamente a la inminencia de la proclamación de Castillo.
Lo grave de Fuerza Popular ya no es pensar en que logren voltear la tortilla con cientos de recursos de nulidad que sí sean aceptados por el JNE y se produzca una violenta conmoción castillista. Eso está descartado. Lo grave de FP surge cuando dejamos de leer su terquedad en términos electorales y la proyectamos a la política cotidiana: ¿Qué esto sino el obstruccionismo puro que vimos en los peores momentos del régimen de PPK?
El 11 de julio estaremos cumpliendo un mes sin presidente proclamado y con transferencia aguantada, gracias a que FP decidió judicializar los resultados y en ese marco, el fiscal Luis Arce Córdova maniobró para dejar indefinidamente sin quórum al JNE. Si Arce tenía éxito, la crisis hubiera sido insostenible. No es gratuito que la fiscalía le abra investigación bajo la hipótesis de que pudo ser corrompido, tal como se insinúa en los audios entre Montesinos y su renuente operador Pedro Rejas.
La crisis la estamos sosteniendo con paciencia y hasta buen humor, si les sirve de bálsamo la avalancha de memes, stickers, bromas y la simple difusión de errores ajenos. Pero hace falta más que esas dos virtudes, una defensiva, la otra evasiva. Hace falta una virtud proactiva: la conciliación.
Es políticamente indispensable y moralmente imperioso que Keiko Fujimori se prepare para cambiar el chip obstruccionista y apenas proclamado Castillo lo salude y concilie. Estamos perdiendo demasiado tiempo, energía y recursos, al diferir un mes la oficialización del resultado. Ese tremendo costo tiene una sigla: FP. Pero era su derecho judicializar la elección y hay que respetárselo como hay que exigirle la obligación de acatar al JNE. Que asegure que lo va a hacer; que tenemos mucho que transferir y mucho, muchísimo, que fiscalizar al próximo gobierno.