En la actualidad, la política, que amenazaría la existencia misma de sus compañías, es la preocupación central de los empresarios peruanos. Siendo entendible, no deben dejar que esa preocupación les oculte otros tres grandes problemas, que juntos configuran una especie de tormenta empresarial a la que hay que enfrentar.
El primero y más generalizado problema para las empresas es el que ha traído la pandemia, que cambió y sigue cambiando la demanda al influir en las prioridades de sus consumidores y afecta a la oferta por las restricciones a la producción. Aunque haya pasado su clímax, ella seguirá marcando fuertemente el comportamiento de clientes y mercados durante muy largo tiempo.
El segundo –muy preocupante fuera, pero poco discutido y analizado en el Perú– es el problema de la economía mundial. El menor crecimiento de China, la subida del petróleo del transporte y de las ‘commodities’, además de los problemas políticos de Estados Unidos, alteran el comercio, el valor de las divisas y los precios mundiales, y auguran inestabilidad de largo plazo.
El tercero es el cambio tecnológico, cuyo desarrollo se aceleró inmensamente por efecto del COVID-19. Así como el comercio electrónico, la automatización y los ‘.tech’ les facilitaron llegar a sus clientes y abarataron sus costos, también les trajeron nuevos retos, como abrirles las puertas a miles de nuevos competidores. No hay duda de que seguirán más oportunidades y mayores retos.
Solo el cuarto problema es la política interna. Tenemos un Gobierno que, más que por su orientación, preocupa por su poca claridad y capacidad de ejecución. Sin embargo, a diferencia de los otros tres, cuyos efectos son ya evidentes y concretos, hasta el momento su influencia se da más por el lado de las expectativas que de las realidades.
¿Deberían los empresarios entonces dejar de preocuparse por la política? No deberían bajar la guardia allí, pero tampoco deberían olvidar a los otros tres fenómenos que, cuando temprano o más tarde el problema político se aquiete, seguirán afectando a las empresas. Y tampoco obviar que, así como el viento, la lluvia, los rayos y las bajas temperaturas se retroalimentan en las tormentas físicas, las amenazas tecnológicas, económicas, sanitarias y políticas hacen lo mismo en las tormentas sociales. Y hay que enfrentarlas a todas.
En fin, no dejemos que la política nos paralice y nos impida enfrentar todas las amenazas a nuestros mercados, clientes y consumidores. Y no olvidemos que, siendo ciudadanos activos y preocupados en la política, nuestro aporte principal al bienestar de la sociedad es tener empresas sanas, productivas y generadoras de fuentes de trabajo. Que tengan una gran semana.