Cuando las redes sociales empezaron a adueñarse de nuestros pulgares, no existían los memes, esas síntesis literográficas que buscan generar burla o la reflexión rápida sobre un acontecimiento reciente. Ahora basta con que se haga un destape o termine un partido de fútbol para que los diarios hagan recuentos de los memes más pertinentes y hoy, que un amigo me ha enviado uno muy hilarante de la familia “rayo pudiente”, me ha provocado compartir algunas reflexiones luego de la carcajada.
1. El uso editorial de los memes es otra prueba de que somos una civilización que camina irremediablemente hacia la comunicación visual. Hace cuarenta años las cartas eran más largas, los diarios tenían más texto, los avisos publicitarios tenían varios párrafos y es fácil notar que en los últimos cinco se han popularizado más las aplicaciones y programas para potenciar las imágenes (Photoshop, Instagram, Pinterest, etc.) que las que incrementan la escritura. Cierta vez escuché en una conferencia de neurociencias que el 80% de los recuerdos que guardamos provienen del sentido de la vista. No puedo corroborar esa cifra ni explicar de qué manera esto cambia con los nacidos invidentes. Pero si esto fuera verdad, podría ser que la tecnología de hoy, tan capaz de reproducir imágenes, no haya hecho otra cosa que darle en la yema del gusto a la estructura arcaica de nuestro cerebro.
2. Los memes del “rayo pudiente” –trípticos visuales en los que, por ejemplo, i) se muestra la alfombra roja de “Asu mare”, ii) una rubia pituca lanza sendos rayos desde sus ojos y iii) el resultado es la alfombra roja del Óscar– tuvieron un auge repentino, pero también un declive récord. De aquí se puede concluir que en estos tiempos tan atiborrados de estímulos y de público que los busca, esos 15 minutos de fama que vaticinó Andy Warhol están convirtiéndose en 13, 12, 11. También se puede colegir que, pese a que el Perú ha dado grandes pasos para afianzar su autoestima, seguimos siendo una sociedad que tiende a pensar que lo que se produce en latitudes nórdicas merece más respeto que lo que creamos por aquí.
3. Quítele los rayos a la rubia del rayo pudiente y se dará cuenta de que es Denisse Dibós, la conocida actriz y productora de musicales. El antecedente que la colocó en esa posición fue una entrevista que le hizo al célebre cómico y sonero Melcochita. En un segmento de antología, Melcochita habla de que hasta los niños usan esa famosa exclamación suya que utiliza la negación como promoción: “¡No vayan!”. Denisse, intrigada, le pregunta con toda naturalidad: “¿No vayan? ¿A dónde?”. Si aquel diálogo se convirtió tan pronto en novedad ‘memética’ es porque alimentó el estereotipo que se tiene sobre las mujeres guapas y rubias de nuestro país: que deben ser brutas, que deben tener plata y que deben aborrecer a las clases populares y sus costumbres. Pero si bien Denisse encarnó en un segundo todas estas etiquetas flotantes, también supo salir favorecida: al responder a las críticas con tan buen humor, incluso Melcochita salió a defender a su querida “escoba fina”. Y quién sabe si hasta el país no haya salido ganando: en una sociedad tan acostumbrada a polarizar, es saludable ver que una gringa con etiqueta de pituca y un negro erigido como el rey del barrio se muestren solidarios y respetuosos el uno con el otro.
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