Esta no es una reseña, ni una recomendación. Después de leer “Los rendidos”, de José Carlos Agüero (IEP, 2015), uno se queda indefenso. Sin argumentos para replicar, sin ganas de confrontar. “Los rendidos” es una obra imposible de clasificar. Tal como señala su autor, se trata de un relato del hijo de dos senderistas que murieron durante la época de la violencia terrorista en el Perú. Es el testimonio de José Carlos Agüero Solórzano, hijo de Silvia Solórzano Mendívil, aparecida muerta en una playa de Chorrillos, con tres huecos de bala después de que se la llevaran los militares, y de José Manuel Agüero Aguirre, uno de los terroristas asesinados en la conocida masacre de El Frontón. Pero esta no es una historia de lamentos ni reclamos. José Carlos Agüero no transita por el facilismo de mostrarse como la víctima de una circunstancia que no eligió. Ni siquiera usa las páginas de esta valiente publicación para reclamar justicia por la ilegal muerte de sus padres, a la que, nos guste o no, tiene derecho. Agüero hace algo distinto, ya lo decimos, difícil de explicar: recolecta anécdotas, escarba en sus sentimientos, contrasta recuerdos, reflexiona con argumentos propios y ajenos para en cada nota a pie de página, en cada capítulo ofrecernos de la manera más descarnada, más honesta, la parte de una historia que nadie ha querido contar, porque nadie ha querido escuchar.
“Qué difícil parece aproximarse con ganas de comprender un poco a los enemigos, a los culpables. No para estar de acuerdo, ni para perdonarlos, ni para ganar una batalla ideológica, sino solo con ese fin, comprender sin más, sin recompensas extras, sin premios ni reconocimientos por ser héroes de la empatía. Es difícil porque no genera ganancias sociales. No suma prestigio” (p. 35), nos dice Agüero. Y ahí está el valor de este testimonio al que muchos no querrán ni acercarse porque lo escribe un hijo de senderistas. Porque, justamente, en ese acto de negación, de apartar a los culpables, de segregar a los que redactaron esta historia de horror está la clave de lo que su obra intenta denunciar: la necesidad de preguntarnos qué pasó con esos a los que llamamos simplemente “terrucos”, qué llevó a millones de peruanos a enfrascarse en una guerra demencial.
José Carlos Agüero enfrenta en “Los rendidos” a los malos de la película, que son sus padres, porque no le queda otra. Porque su vida entera ha sido marcada por las decisiones y acciones de esos que ama. Que fueron asesinos y ama. Pero José Carlos no los enfrenta con armas, ni con reclamos sino con preguntas, con cuestionamientos, con la maravillosa herramienta que constituye la necesidad, que tenemos todos, de entender de dónde venimos. Y no. José Carlos nunca militó en Sendero. Conocía la organización, pero se mantuvo al margen por decisión propia. Y lo digo porque lo suyo, lejos de ser un texto justificatorio con el actuar de Sendero Luminoso, lejos de ser (solo) una búsqueda personal de respuestas que le permitan seguir adelante, es el elefante en la tienda de cristal que como país no hemos querido ver. Es esa parte del cuento que las mamás se saltan en la noche para que los niños duerman sin pesadillas. Es la constatación de que más de una década de guerra asesina no solo nos dejó muertos, sino sobre todo fantasmas. Millones de fantasmas.
Pero mejor léanlo ustedes y aprendan a lidiar con sus espectros. Aprendan a rendirse ante la inagotable humanidad del texto de Agüero.