Cuando los reflectores poncharon a Fernando Zevallos, empezó una tensa espera hasta que cayó preso. Fue larguísima, porque tamaño narco –¡aquí sí me puedo ahorrar el presunto!– tenía un aparato de rufianes, abogados y periodistas, que lo defendieron con argumentos extremos. Hasta apelaron a nuestro chauvinismo, acusando a LAN, la línea chilena, de haber montado, en complicidad con El Comercio, una campaña difamatoria para sacar del mercado a Aerocontinente, la línea que él fundó y manejaba su hermana Lupe.
Hubo gente honrada que, por ingenuidad o viejas rencillas con los acusadores, se tragó la especie. Su error de juicio favoreció, por buen tiempo, a Zevallos y a su línea aérea.
Ahora ha empezado otra espera a nombre de Rodolfo Orellana Rengifo y ya estamos grandecitos como para pecar de ingenuos. ROR es el presunto líder de una mafia que lava activos, se apropia de terrenos, chuponea y difama a sus perseguidores a través de la revista “Juez justo”. Pongo fechas alternativas al día de partida de nuestra espera: 5/6/2005 cuando apareció, en El Comercio y otros diarios, un comunicado del Colegio de Abogados de Lima que denunciaba a Orellana, entonces su secretario de economía, porque “ empezó a tomar decisiones a título personal [...], giró numerosos cheques sin sustento contable, [...]asesorado por el Dr. Benedicto Jiménez, hizo ingresar a la policía a nuestro local institucional con una falsa denuncia” (nótese, desde entonces, su sociedad con nuestro héroe podrido).
O empecemos el 20/1/2010, cuando Jorge Pazos Holder, víctima de una de sus expropiaciones, publicó un comunicado describiendo su modus operandi y acusando como cómplices a Benedicto y a Heriberto Benítez. O el 23/1/2011 cuando “Panorama” difundió su primer reportaje contra Orellana y sus cómplices. “Caretas” también lo hizo por ese entonces y hoy todos los medios estamos pendientes de las marchas y contramarchas del Caso ROR. Para empezar más cerca, yo escojo el 14 de mayo último, cuando se filtró en “Perú.21” un informe de la procuraduría anticorrupción que sindicaba a Orellana como socio del ya caído César Álvarez. Las luces de los reflectores se intensificaron.
Pues ya van 47 días y Orellana no cae. ¿Qué falta para eso? Que el mismo motor político humalista que impulsa a fiscales y jueces a que hagan su chamba en los casos de presidentes regionales lo haga con Orellana. Ollanta y Nadine no tendrán en este caso el beneficio de echarse abajo a un enemigo político como Goyo Santos de Cajamarca, pero podrán decir que hicieron lo que no pudo hacer el Apra.
Falta que la sociedad civil tenga gestos de nobleza, como los de colegas (Rosana Cueva y Milagros Leiva, entre otros) demandados por los abogados de la mafia. Por cierto, el CAL, que ya los conoce bien, ¡no puede tenerlos en sus filas! Llamé al CAL, y su decano, el Dr. Mario Amoretti, me mandó decir que han iniciado una investigación contra Orellana y los abogados que resulten implicados en sus faltas a la ética.
Falta hacer comunicados, plantones y presiones. Falta enterarnos de qué lobbistas y periodistas lo ayudan, para abuchearlos. Falta que, como sociedad amenazada, nos pongamos los pantalones.