Con una empresa por cada 7,5 personas, el Perú es el país más empresario del mundo. Pero ¿somos empresarios o somos más bien emprendedores? En realidad somos ambas cosas y al diferenciarlos por tamaño dificultamos nuestro crecimiento. Analicemos por qué.
Hace 25 años, cuando hicimos la primera clasificación por Estilos de Vida (EdV) de los peruanos usamos la palabra “Emprendedor” para denominar a ese gran grupo de peruanos que habían creado sus negocios para sobrevivir y crecer. Años después la evolución social hizo que la clasificación se depurara en 6 grupos, donde la denominación Emprendedor desapareció al fundirse en otros EdV como los “Progresistas” y las “Modernas”.
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Pero la denominación había hecho ya su camino, y quedó en la mente de las personas como referida al dueño de una pequeña empresa, creada básicamente por supervivencia. Siguiendo esa misma lógica, se empezó a denominar Empresario solamente a aquel que tenía o dirigía una gran empresa. Emprendedores los pequeños y Empresarios los grandes fue la regla de uso.
Pero este uso fue incorrecto porque sucede que las dos denominaciones responden a situaciones distintas que no tienen que ver con el tamaño. Así, según la Real Academia, Emprendedor es “quien emprende con resolución acciones o empresas innovadoras”, y otros completan, que asume el riesgo de invertir. La misma fuente dice que Empresario es la “persona que es titular de una empresa o que dirige u organiza un proyecto”. En otras palabras, el Emprendedor crea empresas y el Empresario las administra.
Así, el gerente profesional de una gran empresa es un empresario, pero no un emprendedor, mientras que el inversionista es un emprendedor pero no un empresario. Teniendo esas definiciones claras, resulta que en las pequeñas empresas hay más emprendedores-empresarios que en las grandes, pues allí la profesionalización exige una mayor división de funciones.
El problema del error actual es que separa en dos clases a personas que por tener la misma actividad deberían trabajar por los mismos objetivos. Así pierde oportunidades el “Empresario” (grande) que al sentirse más que el “Emprendedor” (pequeño) no lo considera como un socio potencial en igualdad de condiciones. Y no es normal que cuando el político da normas contra los “Empresarios”, los “Emprendedores” no se sientan aludidos cuando en realidad eso también los afecta.
En fin, más allá de un problema lingüístico, es claro que conviene dejar de usar la diferenciación por tamaño entre empresario y emprendedor. Y que es momento de usar su real definición como conceptos que unan, en lugar de separar, a todos los que crean bienes, servicios y puestos de trabajo en el Perú.