El presidente tiene la primera y la última palabra en los grandes temas de gobierno. Comandó el proceso de delegación de facultades, delegándolas a su vez a Fernando Zavala; alentó simplificaciones y destrabes; dio oportunos mensajes a la nación y le fue bien en la atención a los desastres naturales.
PPK gobierna, pero no es su liderazgo proempresarial el que domina cultural, sentimental y emocionalmente a los peruanos. A PPK se lo ve como el presidente de directorio que conversa cuestiones técnicas con sus ministros en un programa sin ráting. Y cuando lo vemos en los noticieros, aludiendo en pocas palabras a los temas de actualidad, se le nota cada vez más evasivo y tenso, a veces dejando en ‘off side’ a sus ministros y voceros, abriéndose frentes por gusto. El presidente ha perdido la capacidad de colarse en los debates nacionales de todos los días, ha dejado de encarnar un espíritu nacional proactivo.
Hoy nos dominan la furia ante las autoridades del pasado reciente (Toledo, Humala y Alan), y el escepticismo ante la justicia administrada por las autoridades vigentes. Y esos sentimientos hacen el caldo de cultivo perfecto para la reivindicación del viejo fujimorismo, para la vuelta de un populismo que quiere ajustar cuentas con la institucionalidad caviar.
PPK no domina eso, no podría hacerlo. Tiene que remontarlo y combatirlo, para salir de la desaprobación que vuelve a aquejarlo. Pero no lo podrá hacer con un destrabe que no chorree hacia la vida cotidiana de las mayorías, con una adenda al contrato de Chinchero que para él encarna su sueño de país rumbo a la OCDE. Solo lo podrá hacer liderando y pactando con la oposición, sacando adelante las reformas que recuperen la confianza en el Estado y en las APP.
PPK tiene que reafirmar la institucionalidad –¡si supiera lo que pierde por no tener un buen abogado del Estado que vea el caso de Toledo! – que hoy vuelve a tambalear por obra de sus antecesores, incluyendo un gobierno del que fue parte. Y Keiko encarna ese sentimiento de escepticismo antiinstitucional–por eso sube de 38% a 42% en el último sondeo de GFK mientras PPK, Zavala y Luz Salgado bajan – porque, sin hacer ni decir mucho, está fuera del Ejecutivo y del Congreso.
Pero, ojo, Keiko a su vez es dominada por esos sentimientos. La libertad de su padre, por desliz irresponsable de Carlos Bruce y PPK, se le impuso a su pesar como agenda prioritaria, trayendo nostalgias autoritarias y populistas que serán usadas por un ‘outsider’ que la atrase.
Keiko también necesita, para llegar al 2021, el mismo soplo institucional que requiere PPK para gobernar. Para eso se ha formado y para eso ha construido partido, para eso tiene bancada, aunque esta también esté dominada por la furia.