¿Por qué muchos ciudadanos aceptan que algunas autoridades roben, pero que hagan obra? Las razones son fundamentalmente dos, y es importante tenerlas muy en cuenta para combatirlas. Veamos.
Como lo dijimos aquí (“Informalidad y democracia: lo que no cuesta vale menos” EC 21/9/2015), una causa es la informalidad, pues si el alcalde se apropia del 20% del presupuesto al hacer una carretera, quien no paga impuestos siente que igual gana, porque le roban a quienes aportaron y no a él. Pero hoy eso se potencia con la resignación del ciudadano ante el escenario aparentemente menos malo de los cuatro posibles del espectro de honestidad y efectividad política.
Así, entre a) “No Roba y Hace Obra”, b) “No Roba y No Hace Obra”, c) “Roba y Hace Obra” y d) “Roba y No Hace Obra” es claro que el ideal es el ‘a’, el político honesto y efectivo, y el peor el ‘d’, el que roba sin aportar. El problema es que, como los ciudadanos creen que hallar políticos ‘a’ es casi imposible, se resignan a escoger entre las otras opciones realistas. De hecho, ¿cuál escogería el lector? Revisando la lista, quizás se sorprenda de haber coincidido con las mayorías en el escenario ‘c’.
¿Cuál escenario se estaría dando hoy en el gobierno nacional? Si el lector señaló el ‘d’, el de corrupción con incapacidad, quizás tenga razón. Pero no piense que es el más peligroso, pues al ser tan claramente nocivo activa el rechazo popular y, en democracia, tiende a no durar demasiado. Por el contrario, el “roba, pero hace obra”, practicado por los gobiernos populistas, genera corrupción más estable y trae graves consecuencias en el largo plazo.
¿Qué riesgo trae la resignación ante el ‘roba, pero trabaja’? Más allá del problema ético de aceptar autoridades deshonestas, esta inicia un círculo vicioso que desalienta la postulación de los mejores candidatos y hace que los ciudadanos tengan opciones de elección, salvo raras excepciones, cada vez de peor calidad. Y si no se corta, el problema tenderá a agravarse.
¿Qué podemos hacer entonces los ciudadanos conscientes? Nos quedan dos acciones. En el corto plazo, educar y motivar a las mayorías desalentadas para que, en las próximas elecciones regionales y locales, y otras que ojalá vengan pronto, hagan un voto reflexivo por los (pocos, pero no inexistentes) candidatos capaces y honestos. Y si eso puede parecer poco realista, convertirnos luego en vigilantes activos, para castigar la eventual corrupción de los elegidos y hacer ver a todos que producir para robar no es el gran negocio que algunos piensan. Felizmente, la evidencia la empiezan a tener con los Albertos, Alejandros, Ollantas, Susanas y tantos otros grandes personajes hoy en problemas. Les deseo una gran semana.